Camila Rodríguez Triana | Foco | Cinemancia 2023

La cineasta y artista visual caleña Camila Rodríguez Triana ha superado el debate lánguido e insistente del corte preciso y calculado entre la ficción y el documental, una anáfora doctrinal que tendía a convertirse en la almohadilla servil de la crítica adormecida. Una tautología de mármol no admite fisura, pero, para no dar nada por sentado, la obra de la directora de Interior (2017) se erige como una lúdica de la improbabilidad de mantenerse imperturbable frente a lo real: el encuadre como gesto subjetivo que conmociona los bordes del plano. Rodríguez Triana es una de las cineastas latinoamericanas que más entiende, conceptual y plásticamente, estas fisuras de lo “real objetivo impenetrado”. Su cine es poroso y sus personajes se desplazan como agentes gaseosos entre los intervalos de sus películas, los ancianos Libardo y Alba, protagonistas de Atentamente, recaen en los planos de Interior,  encuadrados bajo la habitación del hotel, esa especie de tierra prometida buscada con anhelo en Atentamente.

“Como si flotaran”, así se describe el género pictórico de los grabados paisajísticos japoneses que se originó en el siglo XVII: el ukiyo-e, con el significado de “pinturas del mundo flotante”. No solo como fenómeno lingüístico se puede traer a colación esta escuela, sino como celebración representativa y formulación poética: los paisajes frágiles y serpenteantes de Hiroshige se hermanan con los personajes fugaces y silenciosos del cine de Rodríguez Triana. Ella, como hacía Hiroshige, no los captura como un antropólogo con instrumentos quirúrgicos, los recuerda y los divisa como efímeras estelas. Vemos sus tránsitos y ausencias. Triana no filma lo que falta, filma, al contrario, la promesa de una presencia. Una representación de la veladura que cuida también los aditamentos poéticos del velo.

El cine de Rodríguez Triana es un cine que no promete la realidad como una sentencia cartesiana, la trae a la vista como ilusión, una prestidigitación sensible que florece en el delgado andén de la mística otredad y en la conmoción del observador: lo mirado y lo que nos mira. Que un cine forjado en la incertidumbre de los afectos y de la representación y sus puntos de fuga se tome esta tercera edición del Cinemancia Festival Metropolitano de Cine es motivo de entusiasmo. También  es una invitación constante para no dar por totalmente abarcada la sombra que despliega la puesta en escena en lo que, con enceguecida obstinación, denominamos como “la realidad”.