La etimología de una palabra permite reflexionar sobre lo poético –y también mítico– que resulta el origen de un vocablo.  Cada palabra encierra una mezcla de ideas que puede aplicarse a diferentes ámbitos, Construere, que significa amontonar partes separadas, nos lleva a reflexionar sobre la arquitectura, la memoria, el cine, las relaciones personales y  regala consciencia sobre cómo estos ámbitos, que parecen tan separados, finalmente se unen. El mismo montaje filmado de la película muestra cómo este proceso parece tan caótico y dubitativo, donde las dudas llevan a darle a la película una nueva forma en el camino. El director aprovecha este caos para hablar sobre la complejidad de las relaciones de pareja en primera persona, ¿es acaso el amor una historia de montaje que nosotros armamos en nuestra mente? Las relaciones se construyen a posteriori, al parecer, el amor, como lo recordamos, se vuelve a construir y adquiere una nueva forma, en algunos casos muy diferente a como lo vivimos. A la vez, nos encontramos con la construcción del Museo de la Memoria en Bogotá, el cual parece no encontrar la forma final, y la propia película, también en riesgo de saber qué forma tomar.  Arquitectura y película van buscando su forma definitiva. La memoria sobre los conflictos en Colombia hacen que todavía todo se vaya reconfigurando, construyendo con el presente que aún tiene las heridas abiertas, por lo que al final es el país mismo el que aún está buscando esa forma definitiva, con base a su memoria, a sus ciudades, cambiando de forma cada año y las imágenes como testigo de ese cambio y (re)construcción.