2023
15′ Min
Colombia
Español
Andrés Santacruz
Andrés Santacruz
Santiago Canepari, Agustín Gagliardi, Walter Jakob, Laura Paredes
Andrés Santacruz
Andrés Santacruz
Isabela Bianchi
Ignacio Ruiz
Andrés Santacruz
Andrés Santacruz
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Lunes 9 de septiembre | 7:00 p.m. | Casa Municipal de la Cultura de Caldas | Caldas |
Martes 10 de septiembre | 7:00 p.m. | Fiesta del libro y la cultura | Jardín Botánico de Medellín Joaquín Antonio Uribe | Medellín |
Viernes 13 de septiembre | 5:30 p.m. | Auditorio Biblioteca Juan Carlos Montoya | Sabaneta |
Andrés Santacruz, artista visual de Pasto, Colombia.
Su trabajo se enfoca principalmente en la memoria, lo experimental, la identidad de género y la exploración de distintos medios (análogos y digitales) para la creación de piezas audiovisuales, instalaciones y obra artística.
Materia sensible es el recuerdo de un primer amor, de un descubrimiento confuso, visto desde el crisol del tiempo. Es la nostalgia de ese enamoramiento adolescente al que no pudiste decirle cómo te sentías, entre otras cosas, porque eras un chico y la idea de que te gustara otro chico te confundía.
En la epidermis de las películas, tal como en los humanos, está el órgano más grande. Las estructuras de estas pieles difieren en sus componentes: en la cinta fílmica existen cristales de haluros de plata en lugar de poros y vasos sanguíneos. Estos se encargan de recoger la luz para luego ser manipulada como imágenes. A partir de esa materia prima se puede hacer alquimia con la realidad para transformarla en materia sensible. Esta película de Andrés Santacruz es como rozar con los dedos un antebrazo en reposo. Materia sensible pasa por nuestros vellos dejando manchas y raspones por toda la superficie. Desde las profundidades de los ojos de una cámara de 16 mm, llorosos y esquebrajados, miramos a sus anónimos personajes habitar pasiones furtivas entre sobreimpresiones de vetas crema, azul, morado, rosa, amarillo. Un texto narra la película: “10.000 quarks acababan de atravesar tu palma, nunca supe si me gustabas o no, Cristian, me daba miedo…”, confiesa. Utilizando una gama de colores pálidos, fúnebres incluso, este diálogo de ultratumba con los recuerdos que nunca pasaron retoma heridas abiertas por los amores imposibles de la adolescencia: ese periodo de la vida por el cual todos transitamos y dejamos atrás para luego mirarlo con desdén a la distancia. En el mundo del cine, la adolescencia es un territorio siempre fértil para el autorreconocimiento y la autoaceptación. Viajando a las deudas con el pasado, gracias a la creación de personajes alter egos y de su animación frente al ojo, se alcanzan otros desenlaces en el territorio de la imaginación. Estos difieren de la memoria anecdótica y producen cicatrices según la dirección del cineasta para coser por el cuero de la gran pantalla sus extensiones de la memoria cinematográfica. Sin embargo, las penas del pasado suelen aflorar, agrietan hasta la tierra más fértil y dejan salir la melancolía producida por la nostalgia de los tiempos que realmente no fueron tan buenos como la añoranza nos hace creer. Así es como muchos sistemas de símbolos del cine pierden su misterio y recaen en la fórmula o en el desdén. Un rasgo clave de un lenguaje compuesto por sus propias formas es la burla crítica de sí mismo. Precisamente allí es donde se ubica la virtud de este cortometraje: Santacruz no se avergüenza de sus ilusiones perdidas ni se las toma tan en serio como para no salir de estas. Prefiere, en cambio, reconciliarse con los cabos sueltos de la juventud. Compone un palimpsesto de besos, abrazos, caricias, tratos gentiles, ternura en reguetón, combinados con el movimiento del celuloide y los detalles en algunas paredes de la ciudad, que es como de sucio ensueño y que junta a la pareja. Chico conoce chico, ambos dispuestos a entregarse, a darse calor con las bocas en el invierno.
Valle de Aburrá, Antioquia