2022
28′ Min
Somalia
Somalí
Mo Harawe
Mo Harawe
Alexander von Piechowski
Nuh Musse Birjeeb
Ahmed Farah
Xaliimo Cali Xasan
Shucayb Abdirahman Cabdi
Maxamed Axmed Maxamed
Mohamed Hirsi
Geenyada Madaw
Faysal Colaad Muxumed
Guuleed Xasan Saleebaan
Mo Harawe
Steven Samy
Alexander von Piechowski
Mohamed Abdinur Isse
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Sábado 2 de septiembre | 4:00 p.m. | Centro Colombo Americano | Medellín |
Martes 5 de septiembre | 4:00 p.m. | Mojito Disco Bar | La Estrella |
Mo Harawe (Mogadishu, 1992) Descubrió su pasión por el cine mientras asistía a una escuela de artes en su país de origen. Desde 2009, vive en Austria. Actualmente estudia comunicación visual y realización cinematográfica y ha realizado cortometrajes que han sido proyectados y premiados en festivales internacionales de cine. También trabaja como guionista de largometrajes.
Una policía somalí con experiencia acompaña a un joven recluso a través de los procedimientos del poder judicial somalí.
Acompañamos, como lo hace una oficial de policía, a un joven recluso en una prisión somalí durante aproximadamente 24 horas de su vida. Al inicio, la oficial le preguntará a Farah qué desea comer. La respuesta del recluso nos sorprende por ser, en su condición, a la vez muy genérica y lujosa: carne y coca-cola. Desde entonces, aún con el estilo sobrio, pausado y casi mudo de Mo Harawe, sabemos cuál es la situación sin que haya necesidad de decirlo: Farah es un condenado a muerte y nosotros presenciaremos su último día en vida. Va al médico, recibe consejos de un imán que le regala una edición del Corán, come su carne, bebe su Coca-Cola. Se le guía en el proceso de saldar las cuentas consigo mismo: se busca satisfacer su antojo, verificar su buena salud, redimir su alma. En suma: se le pasea por el sistema (médico, religioso, judicial). El silencio de Farah no permite ser leído como rechazo, indignación ni bajo ninguna forma de negatividad, es crudamente neutral, indiferente, casi estoico. No se pronuncia más que de forma banal y al preguntársele si sabe qué día es mañana dice frívola, pero genuinamente “es martes”, omitiendo mencionar la ejecución. La rigidez de sus labios se corresponde con la rigidez de los planos estáticos y oscuros, densos de tan sombríos, que componen el corto. Cada información que se pronuncia se experimenta como un formalismo, es decir, como una rigidez postiza, protocolaria y mundana ante una angustia existencial que se mantiene latente pero suprimida. En el instante decisivo, los esquemas formales se tambalearán a la par que nuestro estoico protagonista se desmorona en un golpe de angustia. La oficial de policía abandona la escena, y nosotros junto a ella. En la calma de su dormitorio, contemplando la noche por la ventana, se vuelven a suprimir los angustiosos lamentos de los condenados a muerte en el fondo de la consciencia silenciosa. La cámara está fija, estable y tranquila nuevamente.
Valle de Aburrá, Antioquia