Escrito como se escribiría un texto destinado a nutrir una máquina del tiempo, Volver ensaya una nueva variedad de la conjugación en futuro. También el cine de Catalina Villar es engaño al destino. Hacer esa comprobación viendo estas imágenes que pelean entre décadas es realmente hermoso. Esta película sobre la veta dolorosa y liberadora de la memoria es también un documento sobre el reino de los sentidos. Las emociones son lo que aquí captura con mínima moderación Catalina Villar. Es un reencuentro y es la reunión de todo un barrio.  “Tenemos un sentimiento doble de querer filmar para untar realidad, es para hacernos útiles en alguna parte, pero tenemos la conciencia absoluta de que no sirve para nada, porque si sirvieran el mundo habría cambiado desde hace tiempo. Entonces, es un doble movimiento todo el tiempo, entonces ¿para qué hacemos películas?, ¿para quién las hacemos?, ¿por qué las hacemos?; y cuando ellos [refiriéndose a los personajes de su primera película Diario de Medellín (1998)] me dijeron que por lo menos para ellos esa película había sido importante, —yo dije okey, eso quiere decir algo—, para algo servirá esta cosa, este oficio y ellos mismos me dijeron —vuelve a filmarnos—”. “Para algo servirá esta cosa”, dice Villar. La película da con ese “algo”.