2023
17′ Min
Brasil
Portugués
Letícia Hayashi
Diogo Hayashi
Arrigo Barnabé
Gilda Nomacce
Martin Wahrmann
Alexandre Farias
Benedito Farias
Lourdes Druzian
Valmir Farias
Yumi Hayashi Farias
Leticia Hayashi
Leticia Hayashi
Rob Ashtoffen
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
---|---|---|
Domingo 8 de septiembre | 7:00 p.m. | Teatro Escena 3 | Copacabana |
Viernes 13 de septiembre | 4:30 p.m. | Centro Colombo Americano | Sede Centro | Sala 1 | Medellín |
Letícia Hayashi es oriunda de Cajamar, São Paulo, y es licenciada en Comunicación Social. En el 2020, emprendió un programa de intercambio con la Universidad Paris Nanterre, donde participó en clases magistrales teóricas y seminarios de cine y comunicación guiados por Barbara Le Maître. Actualmente, Letícia Hayashi se encuentra inmersa en la fase de postproducción del cortometraje de animación «Safo», dirigido por Rosana Urbes. Además, participa en la producción de la película «A Vida de Cada Um».
Esta película se proyecta con:
algo esta noche, de Juan Manuel Pinzón
Merecemos un imperio, de Mauricio Maldonado
La noche del minotauro, de Juliana Zuluaga
A principios de la década de 1990, Valmir y Yumi, una pareja joven proveniente de las afueras de São Paulo, se embarcan en un viaje que les cambiará la vida al emigrar a Nagano, Japón.
1 a.m., desde el interior de una alcoba la luna en pixeles, temblorosa, es registrada por una cámara digital. Dos líneas de recorridos aéreos se cruzan en el cielo. Valmin, hombre brasileño, y Yumi, mujer japonesa, fueron a buscar nuevos horizontes entre las montañas niponas. Allí se encontraron con la distancia. Les recibió como un muro. Les hizo extrañar. Les dejó sin palabras. En esta película, con reminiscencias a cineastas de la distancia como Karim Ainouz o Marguerite Duras, no existe otra tragedia superior al alejamiento. Un grupo de hombres y mujeres posan, ríen desprevenidos frente a la cámara que los captura. Llevan puestos unos trajes blancos, como de aislamiento, de bioseguridad. Seguramente son trabajadores en una fábrica. Detrás de ellos, unos carteles en la pared, escritos en portugués: No fume en esta sala, atención, y otro en Japonés, al final del muro. Abajo a la izquierda se ve a Valmin forrado por su gorro blanco con visera mirando fijamente al frente, como reflejando cierta comodidad al estar delante de un objetivo fotográfico. Aquí la pareja se ganaba el sustento, recogía dinero para enviar a Brasil, para sostener a la familia y hacerse presentes con sus seres queridos. Es la única imagen acerca de sus trabajos en el extranjero que se muestra en la película. Sobreimpresión. Relojes hexagonales, relojes cuadrados, círculos con manijas, relojes, relojes con forma de gallinas, una negra, otra blanca. Cada uno con su precio señalado con marcador en un cuadrado amarillo. Tiempo a la venta. Ambas imágenes construyen una idea sobre la percepción de las horas: a veces tan arrastradas, detenidas, sin locomoción. Otras veces tan fugaces y hasta imperceptibles en el ritmo del frenesí rutinario, del tránsito desde la casa al trabajo o a la oficina postal para mandar una carta, ahora reemplazadas por la pantalla y el botón de “enviar”. Las voces del padre y de la madre leen la letra y el puño epistolar de la familia, acompañados por algunas fotos recrean la brecha con el hijo pródigo y su pareja, ahora migrantes, sin importar sus nacionalidades. “Cuando vuelvas a Brasil serás tan viejo…”, exclama el padre. La directora, Leticia Hayashi, da protagonismo a los textos de los progenitores siendo leídos por ellos mismos. Omite las respuestas escritas de Vadim y Yumi, las deja fuera de campo, sin leer, para priorizar el archivo fotográfico y videográfico tomado por la pareja desde Nagano en las profundidades de la helada cordillera japonesa. “Barueri, 1992.” Compuesto por visiones y alusiones a los años noventas, dicho archivo sirve a la cineasta como manifestación de la memoria de sus padres y como respuesta no verbal a las preguntas de los abuelos. Esas fotos y videos son presentados con sobriedad en pantalla, formando un álbum familiar cinematográfico compartido con el espectador, filtrado por las tecnologías de una nueva generación. Se tiende un puente entre padres y abuelos por la sensibilidad de su hija y nieta.
Valle de Aburrá, Antioquia