Nacimiento es el vínculo inalienable entre la naturaleza y el alumbramiento; entre la maternidad y la selva, un territorio que abandona su cualidad hostil para, así, convertirse en una matriz. De esta manera, la naturaleza se manifiesta como una madre colectiva que cuida la gestación y el parto del hijo de Helena. El continuo movimiento caracteriza el entorno, funciona como un personaje más que reviste a los seres con los que coexiste, quienes, a su vez, buscan su propia supervivencia para sobrellevar la temporada de lluvia que se avecina. En conjunto, los personajes solo pueden obrar en función a una certeza: el cambio. Son abrazados por el río mientras nadan contra corriente y buscan sustento de él, preparándose también para el futuro nacimiento. Esta repetitiva sensación de agua y tierra viva convive en paralelo con la imagen de lo inerte: el pescado. Aquella necesidad de matar, de alimentar, de vivir. De esta forma, Nacimiento nos habla de una transformación natural necesaria o, en otras palabras, del ciclo de la vida. El trayecto para llegar al origen, al propio nacimiento, enseña un nuevo mandamiento creado por la naturaleza: “mientras yo esté vivo, mientras yo de vida, entonces algo debe morir”. Apenas con escasos diálogos, esta película es un viaje fundamentado por la poesía de la imagen, que involucra a sus personajes en una continua conversación con la naturaleza, semejante a la de unos hijos con su propia madre.