2018
21′ Min
Colombia
Español
Laura Huertas Millán
Laura Huertas Millán, Studio Arturo Lucia
Santiago Canepari, Agustín Gagliardi, Walter Jakob, Laura Paredes
Laura Huertas Millán
Laura Huertas Millán
Laura Huertas Millán
Laura Huertas Millán, Guillaume Couturier, Olivier Guillaume
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Martes 5 de septiembre | 7:00 p.m. | Teatro Escena 3 | Copacabana |
Miércoles 6 de septiembre | 4:00 p.m. | Mojito Disco Bar | La Estrella |
Laura Huertas Millán (Bogotá, 1983) Artista y cineasta franco-colombiana. Sus películas Voyage en la terre Autrement Dite (2012) y Aequador (2011), fueron presentadas en el Guggenheim de Nueva York y en el Centro Pompidou. En 2016, dirigió Black Sun ganadora del Gran Premio en el Festival FIDMarseille y en el Festival DocLisboa. Sus obras fueron seleccionadas en los festivales de Berlin, Toronto, Locarno, Cinéma du Réel, Cartagena, La Habana, entre otros.
Un viaje en los recuerdos laberínticos de un hombre implicado en el ascenso y la caída de los capos de la droga en la Amazonia colombiana. Deambulando entre la selva y una casa en ruinas (similar a la villa de la serie televisiva “Dynasty”), este hombre pronto será el protagonista de su propio relato alucinatorio.
Una larga trayectoria de investigación y realización respalda las inquietudes estéticas y políticas de la artista visual colombiana Laura Huertas Millán. El laberinto funciona como una exégesis de su pensamiento mental y plástico. En este sentido, la vida de Cristóbal Gómez, ex ayudante del narcotraficante Evaristo Porras, cuyo centro de operaciones estaba radicado en el corazón de la selva amazónica, funciona como vehículo intersticial de tránsito, de cruzar las excentricidades de Porras, como la mansión réplica de la serie estadounidense Dinastía –sobre magnates petroleros–, hasta sembrar una estética del trance que redefine la materialidad y las cosmogonías propias del territorio. Esta suerte de hauntología chamánica que alimenta los fuegos de la obra del antropólogo brasileño Viveiros de Castro no delimita el sentido, por el contrario hace del laberinto, más que una errancia errática, un periplo espiritual que permite vislumbrar las fracturas históricas del suelo, las escrituras evanescentes de las ruinas y las potencias ocultas de las voces que deambulan la manigua. Si existe una obra, dentro de la retrospectiva Las vorágines que establezca una dialéctica misteriosa y a la vez clara entre cuerpos, territorios y los silencios suspendidos entre ambos, esa debe ser El laberinto.
Valle de Aburrá, Antioquia