Con una mirada nostálgica e idílica de la vida campesina en comunidad, Esta fue mi vereda (1959) se construye como una suerte de memorias vívidas alrededor de las prácticas culturales y sociales que habitaban la vereda Gramalote del Norte de Santander: el trabajo, la alimentación, las creencias religiosas, la infancia, las celebraciones y ritos; elaborando un retrato que bien podría pertenecer a cualquier vereda colombiana de la década de los 50, y que conserva entre sus imágenes paisajes y tradiciones aún arraigados a la ruralidad nacional.  Las relaciones que tejen los habitantes de la vereda con la tierra crean lo que a los ojos de hoy es una dinámica alternativa de convivencia y sostenimiento, siendo en su momento una forma de vida extendida y naturalizada. El constante diálogo con la naturaleza explorada y habitada se deja ver a través de la atención por las labores de cultivo y del cuidado del territorio como proveedor, también desde la misma narración:

“El sembradío era la cuna de la esperanza, y la semilla la esperanza de la cosecha, la tierra era ajena […] pero la empresa de cultivarla era común, de ella vivíamos todos…”

Este horizonte sublime se ve oscurecido por la irrupción de la violencia, que llega a desestabilizar todos los constructos sociales de la población y da lugar a nuevas prácticas de relacionamiento con lo privado, a la implementación de medidas de seguridad y a tomar las armas como instrumento de defensa. La película de Gonzalo Canal Ramírez es pionera en la representación del período de la violencia en el cine colombiano, y, con el campo como escenario, es también la precursora en el tratamiento del desplazamiento forzado, dando cuenta de territorios abandonados por el Estado donde la justicia es creada al interior de sus propias comunidades. El registro de lo real, permeado por el detenimiento en lo cotidiano, incorpora, además, la construcción de unos personajes pintorescos que ponen en escena situaciones del acontecer en la vereda con el encanto de la ficción. Esta fue mi vereda no sólo es una postal valiosa por su carácter histórico, sino que exalta la vida rural colombiana volcando su lente hacia el campesinado, una minoría históricamente silenciada e invisibilizada, a través de una exploración argumental que no teme a la censura.