2024
33′ Min
Portugal
Portugués
Jorge Cramez
Alexandre Oliveira
Jorge Cramez
Inês Carvalho
Fábio Penela
Isabel Ruth
Rui Pedro Silva
José Martins
Vicente Wallenstein
Cassiano Carneiro
Rosa Bravo Belém
António Pedro Figueiredo
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Martes 10 de septiembre | 6:30 p.m. | Parque Educativo Innova | Girardota |
Jueves 12 de septiembre | 4:30 p.m. | Centro Colombo Americano | Sede Centro | Sala 1 | Medellín |
Jorge Cramez se licenció en Estudios de Comunicación en 1988. Entre 1991 y 1994 estudió Montaje Cinematográfico en la Escuela de Teatro y Cine de Lisboa. Realizó siete cortometrajes que han sido presentados en importantes festivales de cine. Su primer largometraje, «El casco de oro» (2007), fue seleccionado para la competición oficial del Festival de Cine de Locarno. Actualmente, enseña Lenguaje y Técnicas Narrativa en Cine y Video, y Supervisión de Guión en la Universidade Lusófona de Lisboa.
Esta película se proyecta con:
The Lovers, de Carolina Sandvik
Materia vibrante, de Pablo Marín
Submarino volador, de Lucas Zacarias
El nacimiento de Tomé fue nada menos que un milagro. El día de su cumpleaños número 18, partió hacia Senhora da Graça para cumplir la promesa de sus ancianos padres.
El lento arrastre de un año al otro desaparece y dieciocho años se convierten en dos segundos. Un niño que ha logrado llegar al mundo gracias al fervor inmaculado de sus padres (la madre es Isabel Ruth que reza con la mayor de las seriedades, amenazando con enloquecer nuestros ojos) cumple la mayoría de edad y debe formalizar lo pactado: agradecer a la Virgen y hacer –en franca lid– una peregrinación, meditativa y poética, hacia un lugar sagrado. La vida, la muerte, la belleza y el silencio. Son esas cosas las que recorren –y chocan y pelean– esta película. Este hombre, que sabe su vida ya redimida por un poder santo, ya realmente “vivo de milagro”, es a todas luces un hombre especial. Desafía, primero, todos los preceptos de su edad. Tiene dieciocho años y ama a sus padres con fervor. Sabe decir las palabras justas –en una película silenciosa– para aplacar el miedo mítico de una madre que ve partir a su hijo fuera de todo dominio de su reino. Él, por otra parte, está preocupado solo por el esfuerzo de avanzar, sin embargo, el interés de la película está puesto en las zonas de descanso, dentro o fuera de lo estrictamente necesario. De primeros impulsos, en Romagem todos y todas actúan sobre las primeras y las más crudas emociones. La meditación que requiere el peregrinaje apenas afecta la relación entre el joven hombre y el paisaje. Cuando conoce –¿por primera vez?– otros como él aparece la torpeza y la sensación de una nueva felicidad. Son hermosas las imágenes que da Jorge Cramez a la emoción secreta que arropa a quien sale de su casa pues cultiva un mundo de promesas abiertas y nuevos espectáculos. Propensa a dar con desafíos a la vida y al emocionante silencio en que concluye todo milagro, la película está plegada al ver para creer –frase modelo de inspiración y motor total del mundo filmado–, respeta la inquietud que existe entre la naturaleza, la contemplación y el dolor que viene con recorrerla, y cumple con hacer olvidar que el milagro es todo sagrado: la mitad de la operación milagrosa necesita de un empuje terrenal, de alguien que haga algo. Dos veces salvado y traído a la vida, el protagonista de la película le debe su vida a la concentración de su madre y a la fuerza del hombre que lo sube a la cima de la montaña. Lo sabíamos ya, sin embargo, siempre es bueno que alguien nos repita con emoción y espontánea delicadeza que el cine puede más que la muerte. Abrir y cerrar los ojos, ese es el tema verdadero de la película. El peregrinaje es desafío y conocimiento, también así es el milagro.
Valle de Aburrá, Antioquia