2022
52′ Min
Francia
Francés
Eugène Green
Julien Naveau, Quentin Brayer, Yannick Beauquis, Sébastien Haguenauer, Louis Houdoin
Françoise Lebrun, Saia Hiriat, Édouard Sulpice, Lola Le Lann
Eugène Green
Raphaël O’Byrne
Laurence Larre
Stéphane Thiébaut
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Miércoles 7 de septiembre | 6:30 p.m. | Centro Colombo Americano - Sala 2 | Medellín |
Viernes 9 de septiembre | 3:00 p.m. | Parque Cultural y Ambiental Otraparte | Envigado |
Nueva York (1947). Licenciado en letras y en historia del arte. Director teatral amante del barroco (fundador del Théâtre de la Sapience), entrenador de actores, cineasta de culto inclasificable y escritor en el cruce y en los márgenes. Nacido en Estados Unidos, peregrinó por Europa y finalmente se instaló en Francia, donde fundó su compañía teatral, filmó su primer largometraje (Toutes les nuits) e inició su trayectoria como ensayista, novelista y poeta. Ha dirigido 15 películas. Su cine tiene un compromiso con las encrucijadas pasionales de sus personajes y con el auxilio o sanación de sus problemas del alma. Green habla en clave espiritual. Sus personajes le interesan, sobre todo, por sus gestos y sus formas de caminar. Las manos, los ojos y los pies calzados son fundamentales en su universo. Sus películas se han presentado en los importantes festivales de Cannes, Locarno, Jeonju, Berlín, Toronto. En 2001 ganó, en Francia, el premio Louis Delluc. Director fundamental.
Arnaud, un estudiante que se quedó solo en París durante el verano, obsesionado con la pared donde están grabados los nombres de los soldados parisinos que murieron durante la guerra de 1914, se encuentra frente a uno de estos soldados que lo invita a salir del tiempo para llevar consuelo a sus seres queridos.
Heterodoxa película estival con Françoise Lebrun. Entre toda la constelación Green, es esta la que con más hondura expande sobre el objetivo directo de sostener conversaciones con los muertos. Es alrededor de un pedazo de arquitectura ceremonial y conmemorativa –un muro erigido en honor a los muertos en guerra– que Green, como todo gran cineasta, transforma la materia del tiempo y lo viviente. Por su duración todo parece aún más afinado y riguroso que siempre. Nada es más, nada es menos, todo es justo. La palabra justa, el gesto justo, la respiración justa, la pausa justa. La contundencia es la de siempre, es sorprendente y es emocionante: el encuentro de dos cuerpos en direcciones opuestas sostiene o permite la sanación de la mancha que se expande desde el centro del alma y va atacando cada fibra del cuerpo. Frente al muro del título, un primer hombre ha leído en su mente el nombre de un segundo hombre muerto en combate. Esa lectura, ese repaso por cada letra de su nombre lo devuelve a la vida. Desde la muerte, un encuentro con otro le ha permitido salir de esa geografía oscura. Donde nada dura demasiado –quizás solo la espera fuera de campo– pero todo es terrible y felizmente profundo, la película se concentra en un luminoso ajuste de cuentas que lleva a cabo el muerto, a través del vivo, con algunos de sus seres queridos: abuela, novia y hermano menor. Un bar. Una pequeña habitación donde una cama se traga un cuerpo, o al revés. Dos pisos residenciales de una vieja torre. Y dos o tres calles de un París vaciado de gente. Esa es la topografía de esta película con forma de una senda y de un viaje. Dos hombres con heridas disímiles pero heridas en todo caso se acercan y se alejan, así como los planos de Green también oscilan entre el verlo todo (un súper plano general del cementerio que vigila la memoria) y el ver un solo pedacito (una copa de vino, un zapato que choca con el asfalto). La película termina con una gran sonrisa, señal incontestable de fuerza y alumbramiento.
Valle de Aburrá, Antioquia