2016
81′ Min
Argentina
Español
María Aparicio
Natalia Gamarro
Eva Bianco
Luna Barone
Osvaldo Bayer
Maximiliano Buss
Renzo Juan Cabeda
Carmela Donato
Elisa Eraso
Adriano Mateo Goretta
Pocho Jimenez
Gabriel Pérez
Mara Santucho
Nicolás Abello
María Aparicio
Cesar Aparicio
Martín Sappia
María Aparicio
Juan Manuel Yeri
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Viernes 6 de septiembre | 6:30 p.m. | Casa Cultura Hatillo | Barbosa |
Cineasta y docente. Las Calles (2016) es su primera película como directora, seguida por Sobre las nubes (2022) –también selección Cinemancia– y Las cosas indefinidas (2023). Las mismas fueron exhibidas en muestras y festivales internacionales obteniendo diversos reconocimientos entre los que se destacan el premio a Mejor Dirección por Las Calles en el 18° BAFICI, los premios a Mejor Película por Sobre las nubes en el 24° Festival Internacional de cine de Jeonju, 37° Mar del Plata y 29° FICValdivia, y el premio a Mejor Dirección en el 61° Festival internacional de Cine de Gijón.
En Puerto Pirámides, un pueblo pequeño en la Patagonia argentina, las calles no tienen nombre. Julia, maestra de la única escuela del lugar, desarrolla un proyecto escolar que compromete a sus alumnos en un objetivo común: buscar nombres para denominar las calles.
La obra de Aparicio inicia con un carácter y ternura incontestables en Las calles; inspirándose en el proyecto “Poniéndole nombre a las calles de mi Pueblo”, iniciativa que permitió el nombramiento de 35 calles de Puerto Pirámides, provincia de Chubut, Argentina. La cineasta persigue en la representación y la evocación un uso potente de la imaginación de la tradición oral y de la inmersión política y artística de sumergirse en las distintas capas de tradiciones, costumbres y anécdotas que esconden el suelo que pisamos y en el que edificamos esperanzas. Las calles es un cine de aromas costeros, mejillones abiertos, vinos y fotografías de marineros del siglo XX; el proyecto de la profesora Julia (Eva Bianco) y sus estudiantes de diseccionar la historia de Puerto Pirámides a través de sus primeros habitantes permite que un proyecto concreto haga emerger una especie de geografía invisible de afectos, traumas y enseñanzas que recuerdan al cine de Rithy Panh, en La tierra de las almas errantes; y una dulzura por el testimonio y la geografía visitada también recuerda al dispositivo de intervención e imaginación de José Luis Torres Leiva e Ignacio Agüero en El viento sabe que vuelvo a casa. Aparicio traza un boceto y deja insinuada la totalidad de la forma imaginada de una historia no contada de un territorio con una sutileza afortunada, permitiendo que cada secuencia obtenga su propia respiración misteriosa, como cuando el automóvil donde las docentes se desplazan por el puerto para hacer las entrevistas se estropea, lo que hay detrás de esas vías inhóspitas y de la cara de la profesora Julia sin poder conciliar el sueño; ese hábil uso de la puntualización del foco en cada entrevista permitiendo que cada mirada de los estudiantes y de las personas entrevistadas se conviertan en una propia ventana con luces y sombras de historias difíciles de evocar, los potentes reclamos del estudiante y padre Renzo a su profesora sobre el hecho de indagar en las infancias traumáticas de los marineros migrantes, la mítica aparición de Oswaldo Bayer evocando en un bar el episodio de la rebelión de las prostitutas de San Julián. Las calles al final atestigua con fiereza un secreto, el dispositivo de una película es el mismo reservorio de su magia interna, allí como una gran red de pescar se albergan como perlas sus descubrimientos de puesta en escena.
Valle de Aburrá, Antioquia