Cinemancia Festival

Kaalkapje/ Baldilocks

Kaalkapje/ Baldilocks

Año:

2024

Duración:

25′ Min

País:

Holanda

Idioma:

Holandés

Directora:

Marthe Peters

Productores:

Marthe Peters

Guionista:

Marthe Peters

Director de fotografía:

Marthe Peters

Leon Decock

Montaje:

Marthe Peters

Sonido:

Michel Coquette

Horarios

Fecha/HoraTeatroCiudad
Lunes 9 de septiembre | 8:00 p.m.Teatro OtraparteEnvigado
Martes 10 de septiembre | 4:30 p.m.Cinemas Procinal Las AméricasMedellín

Directora:

Marthe Peters

Marthe Peters es una cineasta holandesa que vive en Gante, Bélgica. En 2023 se graduó de la escuela de cine KASK, en Gent. En su trabajo, a partir de la intimidad describe su realidad cotidiana de forma abstracta y fragmentada. Su estilo se caracteriza por jugar con material intuitivo para cuestionar la representación estereotipada del cuerpo femenino. Sus películas se centran en lo banal como algo importante y digno, en busca de consuelo y cuidado mutuo.

Sinopsis

Sinopsis

A través  de la cámara de su padre, Marthe revisa un período de su infancia del que no recuerda nada. Veinte años después de sobrevivir al cáncer, busca huellas de la enfermedad entre cicatrices y deseos. “Hoy el hospital me recibe como un milagro médico. Me siento desagradecida al admitir que no tengo muchas ganas de vivir para los médicos que han hecho todo lo posible para salvarme. Me he curado, pero no sin sufrir daños físicos y mentales durante el tratamiento”

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Es difícil que una película como esta –que a su vez es diario médico, álbum familiar, sublimación de la ira y robo a la resignación– hable otro idioma distinto a lo que es accesible e inaccesible en la región de la conmoción, palabra dura y también hermosa, de una voz y representación que alarga el tiempo. Palabra que, en todo caso, tiene dos acepciones firmes: refiere a lo que turba y a lo que enternece. Uno de los mejores momentos de la película, de esos de densidad inconmensurable, combina los dos registros muy bien. Las manos que suponemos pertenecen al cuerpo que nos habla –a esa voz que increpa y hace temblar todo lo que la súplica nombra– se desprenden de una segunda piel parafinada. Los pedacitos caen por todos los lados, estos dedos que se mueven –firmes gusanos– hacen como que salen por primera vez al mundo. Son insectos que dejan el capullo. En todo nuevo nacimiento hay dolor y la parafina sobre la piel tiene un ardor severo. Mientras vemos esto, Marthe Peters nombre todas las profesiones que se involucran en su cotidianeidad y son necesarias para que ella viva: una psicóloga, una haptonomista, una odontóloga, una sexóloga, una ginecóloga, una endocrinóloga, una cardióloga, una radióloga, una hematóloga. Luego, ¿extenuada?, dice “y mis padres”. Ahí, como en ningún otro lugar, reside aquello que corre por la sangre de la película, su estruendo definitivo: la turbación y el enternecimiento. Sobrevivir al cáncer sigue siendo un acto fundamentalmente extraño, lo era hace veinte años y lo sigue siendo hoy. La sobrevivencia, muchas veces con furor, rompe y truca las expectativas del porvenir. Lo que debería ser, por ejemplo, una mirada alicaída se convierte en una mirada ambigua, llena de furia. La primera escena filma un intercambio de papeles, dándole a toda la película su clave de acceso. Lo que vemos, el pasado y el presente, no puede desprenderse de su vasta facultad primigenia: todo está alterado. Esta es una película que emula un fructífero regreso al hogar, redescubriendo y azotando con dulzura un pasado remoto.  Revisar el archivo que acumularon los padres y las madres para registrar el tiempo de la infancia de sus hijos es atender los alcances de la existencia. Frente a esas imágenes, los hijos del mundo qué se preguntan exactamente. Los progenitores, por su parte, destraban un eco y dicen: ¿dónde quedaron esos días?  “Estoy tratando de hacerla inmortal”, oímos que el padre de Marthe le dice a un médico, también a su hija y, más importante, a la ruta del tiempo. Dicho al viento, el deseo podría hacerse realidad. Baldilocks está congestionada y liberada por la particular ira de quien no conoce una condición distinta, o menos propensa a la metamorfosis, que la de ser un paciente. Es una película que se enfrenta a la ficción de la salud atendiendo tanto a los huesos y la carne como a lo que sobre el rostro dibuja e infla el dolor.

PABLO ROLDÁN

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