Esta coproducción de Bolivia, Catar, Suiza y Francia, manifiesta el trasfondo socioeconómico de la ciudad de Lima y sus personajes con efectos sonoros. Protestas, manifestaciones, estallidos al fondo del plano y conversaciones en torno al dinero y el trabajo reelaboran lo visto en escena y los movimientos de cámara. Constatamos durante la obra de Kiro Russo que la política motoriza en el espectador un cambio fisiológico, emocional y social. Es ahí cuando llegamos a la conclusión de la agudeza técnica de este gran movimiento. Tres escenas centralizan la potencia del recurrente zoom.  La primera ocurre cuando Mama Pancha (Francisca Arce de Aro) habla con firmeza frente al patrón de los obreros. La dignidad por el malestar de su ahijado se oye mientras el zoom in la va sacando lentamente del plano. Sin embargo su voz permanece cercana en el contexto sonoro. La segunda se lleva a cabo de noche cuando un perro blanco se desplaza lateralmente, casi zigzagueante, entre las sombras de un bosque. Su correr cubre una zona amplia que solo precisamos distinguir el color de su pelaje en medio de tanta penumbra. En la tercera escena la cámara se desplaza desde la ciudad hacia el cielo. Ya no sabemos qué buscan los ciudadanos, tampoco sabemos qué esperar después de rostros en primerísimo plano convirtiéndose en penumbra y destellos de luz. Sabemos de sugerencias, pretendemos entender de sentidos y aun así el collage de los últimos minutos casi aturde. Si bien como dice Carlos Losilla la obra parece “un simulacro de documental sociopolítico que termina siendo una ficción mítica”, lo inclasificable en ella se mueve entre las sutilezas de más géneros, varios recursos paródicos y nuestro desconcierto como observadores buscando fuera de rutinas.