2000
77′ Min
Chile
Español
Ignacio Agüero
Ignacio Agüero & Asociado
Hernán Littin
Ignacio Agüero
Francisca Alburquerque
Ignacio Agüero
Inti Briones
Víctor Jiménez
Sophie França
Miguel Hormazábal
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Domingo 8 de septiembre | 4:30 p.m. | Cinemas Procinal Las Américas | Medellín |
Jueves 12 de septiembre | 6:30 p.m. | Auditorio Casa Cultura | Barbosa |
Ignacio Agüero nació en Santiago de Chile en 1952. Estudió arquitectura y también cine. Muchas veces se reconoce en sus películas la importancia de los espacios debido a esa formación. Realizó su primera película, No olvidar, de forma semiclandestina, sobre una matanza de campesinos por la policía de Pinochet. Después vinieron los documentales Como me da la gana (1985), una especie de encuesta a pie de rodaje sobre por qué y para qué hacemos películas con sus compañeros cineastas chilenos, y Cien niños esperando un tren (1988) sobre cómo transmitir la magia del cine a los niños de la mano de las clases de la profesora Alicia Vega. Hasta la fecha ha dirigido diez largometrajes. También ha sido presidente de la Asociación de documentalistas de Chile; jurado en festivales internacionales; productor y director de telefilms, actor secundario de numerosas películas chilenas y actor principal en dos films de Raúl Ruiz. Es profesor de cine en la Universidad de Chile. Agüero se refiere al desarrollo de sus películas así: “Para mí es fundamental trabajar siempre con la pregunta: ¿qué es el cine? Antes de rodar, durante el rodaje y durante el montaje. Esta actitud hace que en la creación de una obra todas las posibilidades estén abiertas y todas las formas del lenguaje estén en cuestión. Creo que cada vez existe menos un lenguaje dado, sino que éste se reinventa cada vez, sobre la base de la tradición, que ya es una tradición de rupturas. Lo que hace el cineasta es desplegar su propio modo de acercarse a esa pregunta”.
En un período de dos años y medio, un vecino sufre la demolición de la casa vecina y la construcción de un edificio sobre el mismo lugar. Durante este tiempo muchas cosas ocurrirán: una muerte y un nacimiento, demoliciones de barrios, construcciones de edificios y el paso de las estaciones. Una película sobre el transcurso del tiempo en un espacio que se transforma.
“Vi en sueños un terreno yermo”
Calle de dirección única – Walter Benjamin
23 años después de su película cuasi homónima, Agüero vuelve a filmar la ciudad para contener la transformación del paisaje ecológico y arquitectónico de Santiago. Él filma la desaparición y hace que ese momento irreversible se pueda observar de manera repetida. La ruina es un hecho y el recuerdo de la pérdida persiste. Se filma el estado indeterminado entre el momento en que una casa se convierte en escombros y en el que se empieza a construir una nueva obra sobre sus restos. Acompaña el proceso de destrucción de una pequeña casa que estaba rodeada de edificios modernos que ya anunciaban su demorada demolición. También recoge y reúne los testimonios de los habitantes de los viejos barrios, en los que escuchamos sentencias llenas de sabiduría y dolor, como cuando uno de ellos –un biólogo que ha vivido allí más de 30 años y ha hecho de su casa un jardín y un campo de estudio– afirma que la casa, sitiada por los edificios y por la inminente desaparición, pierde todo su significado: “La casa deja de ser una cosa que te cuida. Todos decaemos junto con nuestro entorno”. Agrega, además, que la destrucción del hogar es la destrucción de todo el entorno visual, que deviene en la desaparición de la historia individual y a su vez colectiva, que no hace otra cosa que matar al pasado. Sin embargo, no se queda sólo con el testimonio de la capital ni de las personas que ven cómo las casas son reemplazadas por moles de edificios, sino que acompaña la rutina de algunos trabajadores que viven a las afueras de la capital, en espacios que no han sido tocados por la disonante sinfonía de las máquinas excavadoras ni de los martillos, que ellos mismos manejan y operan. Por el contrario, a las afueras de la ciudad logra rescatar el sonido perdido en la construcción. En la voz y en las historias de estas personas encuentra una calma ambigua que reconoce la comodidad de no vivir en el ajetreo urbano, pero que igual está obligada a hacer largos trayectos en bus, a madrugar todos los días para poder llegar a su lugar de trabajo. El gran acierto del cine de Agüero es no caer en maniqueísmos. Las ideas científicas del profesor Guillermo Mann Wilcke, el biólogo afectado por la construcción, enriquecen las ideas que explora la película. Sus palabras son contundentes como los martillos de las obras y resuenan tanto como el taladro sobre el concreto. A través de sus conversaciones y sus clases se nos recuerda que también somos animales. Privados de luz, de un ambiente apacible, de descanso y de silencio, vemos modificados de manera drástica nuestro hábitat, lo que lleva a consecuencias nefastas. El hogar que desaparece no sólo está cargado de tristeza y nostalgia por el pasado que se pierde, por la historia que se le arrebata a quienes vivieron allí, sino que también modifica política y ecológicamente a sus habitantes. No existe una modificación sin consecuencias. Construir contiene su propio antónimo y en el proyecto de construcción se reafirma la destrucción del hogar, de un hogar donde habita el tiempo pasado y la esperanza de una vida tranquila. Se construye sobre lo que ya no existe y lo que deja de existir se deshace en ruidos de máquinas y polvo.
Valle de Aburrá, Antioquia