Lisboa, ante los ojos de Rosas, es simultáneamente palimpsesto y tablilla de arcilla. En los proyectos de modernización y actualización arquitectónica se encuentran los escombros, los rastros y las huellas con los que se escribió la ciudad. Rosas asiste a la demolición de una vieja imprenta en su ciudad natal, siendo testigo del proceso de destrucción y reconstrucción de la identidad nacional. Sobre el viejo sitio donde se escribió parte de la historia de la ciudad, se erige un lujoso complejo de apartamentos que pretende borrar parte de la historia de Lisboa. Sin embargo, la película surge como un gesto de resistencia contra la eliminación absoluta del pasado. Las imágenes y los sonidos fijan las huellas del pasado que se rehúsa a desaparecer. En esa indagación sobre el espacio que pronto desaparecerá, surge de manifiesto una reflexión mucho más profunda: los cimientos de la sociedad son construidos y derrumbados siempre por la clase obrera. Los trabajadores en el proceso de demolición y reconstrucción son, en su mayoría, inmigrantes y personas negras. El colonialismo y la explotación brotan de las capas de este palimpsesto, de esta ciudad que pretende siempre poner capas de cemento para tapar una prolongada historia de opresión. Esta película indaga con curiosidad geológica y arqueológica los fundamentos de un texto que nunca puede ser borrado; se pregunta por los trazos que ha dejado el cincel que pretende esculpir la ciudad como arcilla, pero que deja siempre al descubierto la fuerza del trazo.