Bosques infinitos en blanco y negro. Personajes enmarcados por ventanas de casas antiguas. Retratos muy cercanos de lo que se observa con afecto y nostalgia. Espacios simbólicos llenos de fisuras, humedad y restos de una lluvia que aparece atemporalmente. Fragmentos que se asemejan a fotografías de familias muy grandes y que significan la fuerza en lo colectivo. Esta crónica del director Aleqsandre Rekhviashvili recopila la historia de Niko, un joven estudiante de San Petersburgo que regresa a su pueblo natal en Georgia con la intención de proteger el bosque, que es su hogar, el de su familia y comunidad, y representa una esperanza por su juventud y conocimiento. El film The 19th Century Georgian Chronicle hace alusión a la memoria y a la expectativa de conservar un lugar. Con bellas imágenes fílmicas, evidencia cómo la memoria se resguarda en los lugares habitados por vivos y muertos, dejando huella en los espacios. Sin embargo, hay una referencia a los recuerdos que se desvanecen. Visualmente poética, la alegoría de la pérdida de memoria de esta comunidad por no tener la potestad de sus tierras se simboliza con muchos elementos metafóricos, especialmente una maleta pesada del personaje principal, llena de libros cuyas palabras han sido borradas por el agua, representando la pérdida forzada y la opresión burocrática sobre la legalidad de su tierra. Hay además en este peso una expectativa e ilusión de cambio que se convierte en la búsqueda de este personaje. Este film, presentado como una crónica georgiana, es lo que se podría sentir cuando se regresa a casa después de mucho tiempo y, contra todo, se busca recuperar la memoria perdida, una búsqueda que podría resultar en perderse a uno mismo.