Fernando González y Benjamín Correa atraviesan el Nevado del Ruiz, son dos caminantes errantes sumidos en la inmensidad de un paisaje que al mismo tiempo los acoge y los golpea; las inclemencias del trayecto suscitan reflexiones desarticuladas, las ideas van y vienen, se renuevan, al igual que la geografía que recorren. Inspirado en la obra Viaje a pie de Fernando González, Sereno le apuesta a la representación de lo sublime; el viaje, si bien implica el movimiento y la búsqueda constante de caminos, es a su vez un encuentro con la intimidad, un ascenso hacia revelaciones abstractas sobre los demonios que los aquejan, la expiación y el amor. Los personajes son confrontados por la imponente naturaleza del páramo y el glaciar, creando imágenes que se asemejan a la pintura del romanticismo, y como una ruptura mediada por el trasegar del pensamiento, aparece la ciudad actual, un paisaje de cemento en donde Fernando cuestiona a la iglesia católica. Más allá de la persecución de un destino, es el trayecto el que cobra relevancia; a medida que avanza el viaje, la narrativa va abandonando la cadena causal para proponer imágenes sensoriales, en donde el color, el sonido y la música cobran protagonismo, como si los límites del cuerpo se fueran esfumando para dar lugar a la ensoñación. Sereno propone un encuentro edificante con la naturaleza que advierte al ser humano como parte de ella, caminarla se vuelve entonces un acto movilizador tanto del cuerpo como del pensamiento, un viaje estimulante por el devenir de los pensamientos inusitados.