Las nubes en un espacio celeste parecen dar la bienvenida a Clara, cuya amiga ausente especula sobre los motivos del desencuentro en un audio que tiene un espíritu de carta antigua, escrita a mano y rayoneada con palabras que no se quieren decir y que esbozan los motivos ausentes de una huida hacia ese espacio sideral del título. Las imágenes de planetas danzantes grabadas en un material fílmico son paralelas a las relaciones y juegos de los protagonistas: esos entes astrales parecen jugar de la misma forma que los chicos que graban sonidos de pajaritos, buscan señales de radio y dibujan nubes. Paradójicamente, la luz del sol nos impide ver el infinito universo durante el dia, y solo la noche y su oscuridad permite que veamos la danza cósmica de los planetas que se mueven armónicamente al son de melodías antiguas y nos hacen pensar si las nubes son los planetas diurnos. “Infinitamente tuya, Vero”, dice el final de la carta audio, y se refiere a todo aquello que parece no poder alcanzarse: ondas de audio de origen desconocido, las nubes efímeras que se pueden esbozar pero no tocar y los planetas errantes como la hermosa canción etiope “The homeless wanderer” que suena al final.