2021
150′ Min
Georgia
Georgiano
Alexandre Koberidze
Mariam Shatberashvili
Ani Karseladze
Giorgi Bochorishvili
Oliko Barbakadze
Giorgi Ambroladze
Vakhtang Panchulidze
Alexandre Koberidze
Faraz Fesharaki
Alexandre Koberidze
Giorgi Koberidze
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Martes 10 de septiembre | 7:00 p.m. | Teatro Caribe | Itagüí |
Alexandre Koberidze nació en 1984 en Tbilisi (Georgia), donde estudió microeconomía y producción cinematográfica antes de trasladarse a Berlín para cursar la carrera de dirección en la Academia Alemana de Cine y Televisión. Ha realizado varios cortometrajes y la película «Let the Summer Never Come Again», que ganó premios internacionales, incluido el Gran Premio del FIDMarseille. Su último largometraje, «What do we see when we look at the sky?», se estrenó en la sección de la Competencia Berlinale de 2021, donde recibió el premio Fipresci.
Después de coincidir varias veces por la calle, una joven pareja decide citarse en un bar. Como en un cuento de hadas, víctimas de una extraña maldición, el día del encuentro ambos han transmutado su apariencia y son incapaces de reconocerse.
Su comienzo es ya una declaración de intenciones. Se va a buscar lo sutil, lo ocasional, lo azaroso, como punto de partida. Y lo fantástico, tan fantástico como que Georgia organice en exclusiva un Mundial de fútbol; verano durante el que se desarrollan los encuentros y desencuentros de los protagonistas a los que conoceremos a través de sus pies, como ellos sólo se conocerán a través de sus rostros. Un triple encontronazo sucesivo, como dos cuerpos movidos por un imán que los atrae y no deja que se separen, al mediodía, intuimos que paseando porque sólo vemos sus pies, provoca un recíproco interés momentáneo que se confirma por la noche, cuando vuelven a encontrarse y nosotros vemos la escena desde la distancia, como los objetos que nos van a contar un hechizo amenazante. Ambos definitivamente se enamoran pero posponen la confirmación para el día siguiente en la terraza de un bar. El azar les ha unido, y lo fantástico les va a separar cuando, por culpa de ese hechizo que no llegamos a una maldición cae sobre ellos y durante el sueño cambian de aspecto. A la mañana siguiente ambos recuerdan y preparan la cita que les espera al caer la tarde, nosotros sufrimos ese extrañamiento propio de no reconocer a los rostros que brevemente habíamos contemplado en las primeras escenas, porque esos actores que despiertan poco a poco en la soleada mañana de Kutaisi no son los mismos aunque se comporten como si lo fueran. El cambio de fisonomía impide la cita aunque los dos estén sentados esperando durante horas la llegada del otro. En vez de pensar en una broma piensan en una fatalidad; algo inesperado ha ocurrido y ha impedido el encuentro, por lo que persisten en acudir al mismo lugar y a la misma hora por si el otro decide aparecer, pero lo que aparecerá será un trabajo que junta a los dos desconocidos, una como camarera, el otro como feriante ambulante en la ciudad pero trabajando ambos para la misma persona. El mecanismo destinado a que se conozcan se ha activado, ahora hay que dejar que el tiempo actúe y surja, por otra vía, el flechazo interrumpido. La película a partir de entonces se dispersa, abre caminos insospechados, rutas que se cierran de repente, anécdotas interesantes pero que no parecen conducir a nada aunque uno disfruta enormemente con su fabulación e indefinición. Surge la libertad absoluta, la de hablar de los niños del parque que todos ellos son Messi, la historia de los perros futboleros que escogen el mejor bar para ver los partidos del Mundial, o por qué unos clientes escogen una terraza u otra para hacer lo mismo. El narrador, el propio Koberidze, se sincera al final: «sé que esta película no sirve a la sociedad», quizás ese arranque no sea del todo fiel con la realidad del arte. ¿Qué película de la Historia del cine ha servido a la sociedad?, ¿Qué obra de arte ha cambiado algo la forma de pensar o de actuar de cualquiera de nosotros? La mención es dual, porque habla de algo, la historia de amor que acabamos de ver, la omnipresencia del fútbol, los perros callejeros como algo sin importancia, un divertimento que espera nos haya distraído y convencido; pero se está refiriendo a otra cosa muy distinta; a la realidad que rodea a Georgia y sus conflictos armados irresolubles por la presión rusa con los territorios de Abjasia y Osetia como detonante, como los de su vecina Armenia con Azerbaiyán; la alusión es muy sutil, pero la violencia es anunciada, avisada, ofrecida y no deja de estar presente en el ánimo vital de esa gente a la que hemos acompañado durante un verano de risas, alcohol, terrazas, música, cine o comidas. Un verano que nos puede parecer eterno pero que pasa en un suspiro cuando se echa la vista atrás y la realidad pesa más que nuestra propia vida. Koberidze parece invitar a olvidarnos de lo trascendente porque no hay fuerza capaz de cambiar el rumbo de lo que nos va a afectar desde fuera, y a cambio nos ofrece una vía de escape a la monotonía. Abrir los ojos para mirarnos en una pantalla y reconocer lo que evitamos: que el cine es capaz de inventar historias que terminan haciéndose realidad, y así en ese rodaje al que Lisa y Georgi son invitados como pareja, aunque no lo sean, el cine ha visto en su mirada más de lo que éstos han sido capaces de reconocer a simple vista. Cuando se vean desde fuera, reflejados para los demás, apreciarán la importancia del gesto por más que ello no vaya a cambiar el mundo.
Valle de Aburrá, Antioquia