1986
94′ Min
Francia
Francés
Alain Cavalier
Maurice Bernart
Catherine Mouchet, Aurore Prieto y Hélène Alexandridis
Alain Cavalier y Camille de Casabianca
Philippe Rousselot
Isabelle Dedieu
Dominique Dalmasso, Alain Lachassagne, Bruno Tarrière
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Viernes 2 de septiembre | 7:00 p.m. | Cinemas Procinal Parque Fabricato | Bello |
Miércoles 7 de septiembre | 6:15 p.m. | Cinemas Procinal Las Américas | Medellín |
Alain Cavalier (Vendôme, 1931). Estudió cine en el Institut des hautes études cinématographiques (IDHEC) de París y luego comenzó como asistente de dirección. En 1958 dirigió su primer largometraje, Le Combat dans l’île. Su carrera tiene un antes y después con la película Thérèse. Se convertirá también en un gran cineasta del video, defendiendo que es allí, en medio de esa única facilidad técnica que viene con el soporte digital, donde reside la esencia de aquel que filma.
Al igual que sus hermanas mayores, Thérèse Martin está decidida a convertirse en monja Carmelita a pesar de que es demasiado joven como para hacerlo. Su esfuerzo rinde frutos y su amorío con Jesús cambiará toda su vida
“Ya no sufro”. Son las últimas palabras de una Thérèse de Lisieux agonizante, en el trazado biofílmico que hace de ella el director Alain Cavalier. La carmelita descalza francesa vivió apenas 24 años; suficientes para encarar el misterio esencialmente humano que vincula a una criatura con su creador. Thérèse fue capaz de arrojarse al centro de ese misterio con los ojos abiertos. Cavalier se prosterna ante esa apertura de la monja, filma el claroscuro de su corta vida, prescinde de fondos –los convierte en superficies neutras– o de cualquier añadido accesorio y penetra en la médula de una santidad que no es otra cosa que entrega absoluta. Thérèse es una sucesión de viñetas de corte bressoniano, minimalistas, y en las que cada objeto (una vela, una silla, una cama, una mesa, el hábito de una monja, su rostro enardecido) adquiere una densidad material extraordinaria. La decantación de Cavalier, su extrema estilización, la sustracción o economía de elementos y el sentido de todo lo anterior en relación con un personaje y los signos de su vida, convierten a esta película –ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes 1986– en la obra maestra de un director que utiliza la película como un lienzo y que dibuja lo esencial con colores, luces y sombras. Cavalier es un asceta que no filma simplemente a una santa, filma la santidad, y consigue un milagro: que veamos y toquemos lo invisible a través de lo visible. La película es la trayectoria de un alma (encuadrada por unas pocas anécdotas y acontecimientos) en la que los movimientos interiores son presentidos a través de las huellas exteriores. De las realidades últimas del cuerpo –enfermedad, sufrimiento, muerte– emerge lo trascendental. Un cine descalzo y pobre que desborda abundancia espiritual.
Valle de Aburrá, Antioquia