Con el aroma del cine de Hou Hsiao-Hsien o el de  Wang Xiaoshuai, el cineasta chino Zhang Lu compone una pieza de cámara sencilla y emotiva sobre los vínculos afectivos y espirituales que vamos dejando abandonados en el camino, producto del rencor o de la soberbia. Tal vez, para saberlo, necesitemos que la peonza que hila nuestros acontecimientos se detenga por un instante para observar con más claridad el paisaje, captar las vistas que por nuestra egolatría detectamos como meros espejos de nuestras acciones. Lu propone este ejercicio usando a Wentong, crítico gastronómico divorciado, como el catalizador de estas pulsiones. Mención aparte requiere toda la secuencia de retorno al pueblo costero del padre ausente, entre gaviotas y cometas: la cámara construye toda una sinfonía de palabras no dichas con delicadeza y devoción contemplativa como si por un instante el cine de Zhang Lu y la prosa de un Yasunari Kawabata encontrarán un punto lacunar de semblanza. Estrenada en la Competencia Oficial de la Berlinale, The Shadowless Tower (2023), a lo largo de sus dos horas y media de metraje, invita a la meditación y a la introspección sin resultar demasiado solemne o con un manto formal artificioso de estética desaforada. La película juega con el acto de caminar y esperar, tejiendo entre los intervalos de dichas acciones la potencialidad latente de un milagro, que puede tener la forma de un perdón o de la desaparición fortuita de una sombra.