1967
105′ Min
Japón
Japonés
Shinsuke Ogawa
Kiroku Eiga Assatsu no mori Seisaku Jikkoiinkai [Comité de organización para la producción independiente de la Universidad de Economía de Takasaki]
Jishu Joei Soshiki no Kai [JIEISO -Organización para la Proyección Independiente]
Koshiro Otsu
Shinsuke Ogawa
Yukio Kubota
| Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
|---|---|---|
| Viernes 12 de septiembre | 3:00 p.m. | Biblioteca Pública Isolda Echavarría | Barbosa |
| Jueves 18 de septiembre | 4:30 p.m. | Centro Colombo Americano - Sede centro - Sala 2 | Medellín |
(1935- 1992) Tras estudiar cine en la Universidad de Kokugakuin, trabajó como ayudante de dirección en numerosos documentales publicitarios para Iwanami Productions, entre los que destaca la película de Kuroki Kazuo Waga, Ai Hokkaido (My Love, Hokkaido). Nunca dirigió para la Iwanami pero formó parte activa de El Grupo Azul, que renovó las formas del documental en los sesenta. Ogawa comenzó a realizar películas de forma independiente en la misma época, desde el centro y los extremos del movimiento estudiantil, detrás de las barricadas. Cuando formó su propia productora, se mudó a un pueblo a las afueras de Tokio que el gobierno había designado como sede del Aeropuerto Internacional de Narita. Los agricultores de la zona estaban comenzando lo que sería una de las luchas sociales más traumáticas de la historia moderna de Japón. A lo largo de ocho películas filmadas durante nueve años, Ogawa y su productora documentaron lo que fue, en la práctica, una guerra civil a pequeña escala. La serie Sanrizuka de Ogawa sigue siendo uno de los monumentos de la historia del cine japonés. Su carrera se suele dividir en tres etapas: las películas del movimiento estudiantil (1965 – 1968); la serie de Sanrizuka (1968 – 1974); y la historia de Magino (1975 – 1992). Producciones Ogawa, formada en 1968, la productora con la que ensayó nuevas formas de producción, distribución y exhibición colectivizada, se disolvió tras su muerte. Creó el Festival Internacional de Cine Documental de Yamagata. “El cineasta de la tierra”, así lo llamó el crítico Hasumi Shigehiko. Cineasta en efecto de la tierra y las consecuencias de sus usos justo en el momento más confuso de la historia de japón, el periodo de la posguerra. En retrospectiva, las películas de Ogawa se revelan como obras monumentales en desarrollo, abiertas a un continuo debate y desarrollo. El asombroso compromiso y la perseverancia invertidos en su trabajo siguen planteando preguntas oportunas y pertinentes sobre la responsabilidad, la política y la ética del cine documental frente a la injusticia y la adversidad.

Documental muy poco visto que muestra el inicio de las protestas estudiantiles a finales de los años 60 en Japón. Los estudiantes de la Universidad de Takasaki se atrincheran en el campus como resultado de las intimidaciones y la violencia por parte de la administración universitaria. Filmada a lo largo de un año, esta película documenta la naturaleza de la discusión y la organización política, así como los feroces debates que tienen lugar entre los estudiantes.


Shinsuke Ogawa recorrió los pasillos de la Universidad Kokugakuin durante los últimos años de la década de los cincuenta. Es plausible imaginar su espíritu revolucionario cultivándose en su mirada mientras Japón se entrega incondicionalmente al dominio estadounidense durante la época de posguerra tras los destrozos de la Segunda Guerra Mundial. En ese conflicto bélico de escala global, los jóvenes fueron carne de cañón para los gobiernos del mundo. En el país del sol naciente existía la metodología suicida: los kamikazes eran pilotos de pequeños y ligeros aviones capacitados para precipitarse de frente hacia su objetivo. Sin vacilaciones, las juventudes niponas defendían los intereses de una ficción imperio mientras sacrificaban sus mentes, sus cuerpos aún no formados por completo y sus futuros prometedores con tal de obedecer a los mandatos de los señores de la guerra. Al finalizar la guerra, las ideas de imperio defendidas por Japón fueron derrotadas por la supuesta “democracia” gringa: las tropas y políticas del país de la bandera estrellada ocuparon todas las ramas del poder japonés desde 1947 hasta 1952, prácticamente obligando a los nipones a ser aliados de sus intereses económicos, geopolíticos y sociales. Un par de años después, Nobusuke Kishi, primer ministro de la época y padre del tirano recientemente asesinado Shinzo Abe, firmó autoritariamente con su homónimo americano Dwight Eisenhower el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua a inicios de 1960. Bases militares al servicio de los Estados Unidos serían instaladas a lo largo y ancho de la isla asiática. Sin embargo, los movimientos sociales nipones no iban a dejar que las cosas sucedieran tan tranquilamente. En ese mismo año, 1960, sindicatos, círculos de poesía, grupos de madres, compañías de teatro y organizaciones de mujeres y de estudiantes conformaron el Congreso del Pueblo para oponerse y manifestarse en las calles en contra de los actos dictatoriales de Kishi y sus violentas alianzas represivas. A partir de allí, se instauró en Japón un ambiente de revuelta social constante durante todo el resto de la década. Con la batuta y el ímpetu de los movimientos estudiantiles, se reforzó una idea de pueblo unido, haciendo ver al poder la firmeza de la gente en las calles persiguiendo unas mejores condiciones de vida. Fue tanta la fuerza de las protestas que la visita de Eisenhower a la isla se tuvo que cancelar definitivamente y el mandato de Nobusuke Kishi se vio abruptamente terminado. En ese contexto, en la parte final de los sesenta y en pleno ajetreo social, Shinsuke Ogawa realiza su primer largometraje documental titulado Los estudiantes oprimidos, una película que explora las consecuencias de la resistencia estructurada haciendo una cronología de las revueltas en la facultad de economía de la Universidad de Takasaki. En los primeros minutos, Ogawa reconstruye los sucesos que iniciaron las protestas en 1967 usando archivos fotográficos y planos filmados a la distancia; la población estudiantil no aguantaba más la intervención de las autoridades en los procesos de ingreso a la Universidad: llevaban admitiendo estudiantes inapropiadamente, pasando por encima de los resultados de los exámenes, durante más de diez años.
Tras la introducción, Los estudiantes oprimidos le da la palabra a las mesas redondas constantes donde los estudiantes se reúnen a diario para discutir su porvenir como grupo. “Las autoridades demandan nuestra rendición ideológica total”, exclaman exaltados hombres y mujeres. Mientras avanza el metraje, esas mesas van perdiendo miembros debido a las capturas constantes y a las intervenciones de los padres de familia, llamados a intermediar por la universidad y por el comité de Deportistas anti revueltas. Este último grupo constituyó un autoritario código titulado “Reglas para el autogobierno del estudiante”, representado en la película con la intercalación entre los caracteres japoneses del reglamento que exclama “el humanismo de posguerra y las fantasías nunca son útiles” y planos detalle de cercas compuestas por alambres de púas que evocan el encierro ideológico y las atrocidades de los campos de concentración. No obstante, lo que fundamenta al film es su testimonio de la radical desobediencia colectiva como antídoto contra la vigilancia y la opresión. Lo épico de esta película, conformada por conversaciones para resistir al ritmo impuesto por los tentáculos administrativos entre el encierro político, convenido y enfrentado con decisión por grupos de jóvenes entre los 18 y 22 años, radica en la cercanía de Ogawa con el mundo que encuentra. Es tanto el involucramiento del cineasta con sus personajes que en una de las escenas finales aparece él mismo, rodeado por consignas y arengas escritas en las paredes del Cuarto Estudiantil, aconsejando a los universitarios acerca de sus dinámicas para preservar la autonomía y el respeto en medio de las luchas por la libertad. Así, tembloroso, próximo y sincero, Ogawa retrata a una generación anti-kamikaze desde la intimidad, gracias a su afinidad con la resistencia.
Valle de Aburrá, Antioquia