1981
30′ Min
Estados Unidos
Cuba
Inglés, español
Miñuca Villaverde
Miñuca Villaverde
Miñuca Villaverde
Fernando Villaverde
Miñuca Villaverde
Miñuca Villaverde
Fernando Villaverde
| Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
|---|---|---|
| Miércoles 17 de septiembre | 6:30 p.m. | Museo Casa Consistorial | La Estrella |
| Viernes 19 de septiembre | 6:30 p.m. | Centro Colombo Americano - Sede centro. Sala 2 | Medellín |
Miñuca Villaverde es una cineasta y escritora cubana. Trabajó como actriz y guionista en varias producciones del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), entre las cuales destacan “El parque” (1963, documental) y “Elena” (1964, ficción). Después de exiliarse en 1965, dirigió cortometrajes, vinculados a la escena del cine experimental neoyorquino. Su documental “Tent City” (1980), sobre un campamento de refugiados durante el éxodo del Mariel, es una de las obras más reconocidas del cine cubano realizado en la diáspora. Ha publicado los libros “Fue una gran fiesta” (2009, junto con Fernando Villaverde) y “Los días de la coleccionista” (2010).
Esta película se proyecta con Apollo, Man to the Moon, Blanca Putica. A Girl in Love, To my Father.

La historia de un grupo de cubanos que llegaron a Miami durante el Éxodo del Mariel y fueron alojados en un campamento improvisado en el corazón de la ciudad. Todos vivían juntos: hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, separados solo por telas que colgaban de cordeles entre las camas, como paredes flotantes.


Hay un ardor especial en esta película que se hizo con una urgencia temporal particular, propia del exiliado. En Miami, por los días del éxodo del Mariel, Miñuca Villaverde da con una improvisada y temporal colonia de exiliados. El lugar está, además de vigilado, muy bien delimitado, construído con afán y al mismo tiempo con la rigidez de las estructuras de metal. Tiene como techo las grandes estructuras de hierro y concreto que sostienen las infinitas y casi escultóricas autopistas de Miami –son como gusanos que pesan más de mil toneladas–. Al interior, en el papel de efímeros habitantes, compatriotas de la propia Miñuca Villaverde, cubanos con menos suerte tachados por su propio jefe de estado como delincuentes, enfermos mentales, escoria, menos que nada. Han llegado recién a este nuevo país y el nuevo gobierno que ahora los vigila no sabe muy bien qué hacer con ellos. El campo se parece y no se parece a una cárcel, los que allí viven se parecen y no se parecen a prisioneros. En general, el ánimo está tan arriba y el aire de la cotidianidad tan distendido que, aunque la mitad de los rostros que vemos están antecedidos por barrotes, rejas, interrupciones visuales y motrices, nada hay acá que sea del orden de la clausura, el abatimiento, o la condena. Tent City filma un alivio paradójico, pero alivio en todo caso. Sin nada diezmado, es una película en tránsito y con una energía acelerada. Al final, ya no queda nadie cerca, solo la propia Miñuca. Las marcas de los vivos sobre los objetos también están a punto de extinguirse. Una cuenta regresiva. Tent City, con lo que puede, fija esos rostros, esos cuerpos, esas voces. Lo hace con una ternura admirable. No hay un interés por las mil peripecias que han hecho para salir vivos de Cuba, la película se decanta por los sellos inimitables de sus personalidades. Es simple: Tent City celebra que haya cubanos libres y vivos. Está erigida sobre una paradoja concreta: es una película cristalina, la voz en off es clara, anda recta, en la voz de Villaverde nada se pierde: fuera de Cuba el pesimismo ya no existe. Lo que ella filma y registra son rostros de una felicidad inédita. ¡Cómo iban a pensar en la muerte o la tragedia o en un futuro colgante si finalmente habían salido de donde soñaban salir, cómo les iba a molestar el cerco más o menos improvisado! Al mismo tiempo, la luminosidad del futuro en ese nuevo país es incierta. No es difícil pensar que lo que es Antes del anochecer (la novela genial de Reinaldo Arenas) para la literatura lo es Tent City para el cine. Tent City cree con mucha devoción en el relato en primera persona. A sus compatriotas se les regala el registro de su propia historia. Cree también en la construcción de frases tranquilas, sencillas y lentas, sobre la oscuridad de un momento particular. Como en la novela de Arenas, estas frases son explosiones, torbellinos. Desesperan a los relatos fáciles e incomodan con rapidez a más de uno. Esto lo escribió Arenas: “Allí, por primera vez, Castro escuchó al pueblo insultándolo, gritándole cobarde y criminal; pidiéndole la libertad. Fue entonces cuando Fidel ordenó que los ametrallaran, y aquella gente que llevaba quince días sin apenas comer, durmiendo de pie, porque no había espacio para acostarse, y sobreviviendo en medio de excrementos, respondió cantando el himno nacional ante aquel tiroteo, que hirió a muchos”. Y esta una que oímos decir a Miñuca Villaverde: “Al principio, el gobierno cubano dijo que los explotadores, los torturadores, se iban. Después dijeron que era la clase media, la burguesía que no quería aceptar la llamada revolución proletaria. Cuba no es Suiza. No tenía, no tiene, una clase media de dos millones de habitantes. Es el pueblo de Cuba el que se va, el que se ha ido. Los trabajadores, los campesinos, y ahora también los delincuentes, el lumpen se ha ido, asimismo parte de cualquier nación”. Incomoda porque desmantela con muchísimo filo y finura mitos. Tent City, interesada en la vida de hombres, mujeres y niños por igual, rigurosa en su amabilidad y cercanía, en su capacidad de asombro por el relato de otros, por la todavía hoy feliz rutina de otros, es ejemplo en la práctica de filmar (portadora de dignidad) y numerosa en delicadezas y lírica fantástica. No importa si podemos descubrir o no qué fue de ellos. Podemos, aun hoy, escucharlos cantar.
Valle de Aburrá, Antioquia