1970
146′ Min
Japón
Japonés
Shinsuke Ogawa
Toshio Iizuka
Naeki Tadokoro
Haruo Nosaka
Masaki Tamura
Shisuke Ogawa
Katsuhiko Fukuda
Mareo Yumoto
Yukio Kubota
| Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
|---|---|---|
| Domingo 14 de septiembre | 2:00 p.m. | Cine MAMM | Medellín |
| Jueves 18 de septiembre | 7:00 p.m. | Antimateria Libros y Café | Medellín |
(1935 – 1992) Tras estudiar cine en la Universidad de Kokugakuin, trabajó como ayudante de dirección en numerosos documentales publicitarios para Iwanami Productions, entre los que destaca la película de Kuroki Kazuo Waga, Ai Hokkaido (My Love, Hokkaido). Nunca dirigió para la Iwanami pero formó parte activa de El Grupo Azul, que renovó las formas del documental en los sesenta. Ogawa comenzó a realizar películas de forma independiente en la misma época, desde el centro y los extremos del movimiento estudiantil, detrás de las barricadas. Cuando formó su propia productora, se mudó a un pueblo a las afueras de Tokio que el gobierno había designado como sede del Aeropuerto Internacional de Narita. Los agricultores de la zona estaban comenzando lo que sería una de las luchas sociales más traumáticas de la historia moderna de Japón. A lo largo de ocho películas filmadas durante nueve años, Ogawa y su productora documentaron lo que fue, en la práctica, una guerra civil a pequeña escala. La serie Sanrizuka de Ogawa sigue siendo uno de los monumentos de la historia del cine japonés. Su carrera se suele dividir en tres etapas: las películas del movimiento estudiantil (1965 – 1968); la serie de Sanrizuka (1968 – 1974); y la historia de Magino (1975 – 1992). Producciones Ogawa, formada en 1968, la productora con la que ensayó nuevas formas de producción, distribución y exhibición colectivizada, se disolvió tras su muerte. Creó el Festival Internacional de Cine Documental de Yamagata. “El cineasta de la tierra”, así lo llamó el crítico Hasumi Shigehiko. Cineasta en efecto de la tierra y las consecuencias de sus usos justo en el momento más confuso de la historia de japón, el periodo de la posguerra. En retrospectiva, las películas de Ogawa se revelan como obras monumentales en desarrollo, abiertas a un continuo debate y desarrollo. El asombroso compromiso y la perseverancia invertidos en su trabajo siguen planteando preguntas oportunas y pertinentes sobre la responsabilidad, la política y la ética del cine documental frente a la injusticia y la adversidad.

Cuando se conoció la intención del Gobierno de construir un aeropuerto en Narita, los campesinos y los estudiantes iniciaron una fuerte campaña de movilizaciones. Los violentos enfrentamientos en los campos de Sanrizuka cobraron numerosas víctimas y, finalmente, el suicidio de un joven activista, lo que dejó profundas cicatrices en quienes aún vivían en los campos. Los agricultores eran arrestados constantemente y se les impedía trabajar durante la temporada de cosecha. En esta película, Ogawa documenta cómo los miembros restantes de la comunidad buscan juntos consuelo y perseverancia.


Raramente visto, este documental de dos horas y media del maestro japonés Shinsuke Ogawa (1935-1992) forma parte de su serie de siete películas en las que documentó la lucha de estudiantes y campesinos locales contra la construcción del gigante aeropuerto de Narita, contra la expropiación de sus tierras de cultivo y su reasentamiento. Ogawa fue un cineasta político en el verdadero sentido de la palabra y, a lo largo de su carrera, que terminó debido a su prematura muerte a los 57 años, no hubo duda sobre dónde estaban sus simpatías. Sanrizuka: Heta Village es el punto culminante de esta serie. Presenta largos y detallados monólogos de los agricultores que describen sus vidas y su trabajo directamente a la cámara; solo de vez en cuando escuchamos una pregunta fuera de cámara. Dados los acontecimientos posteriores, en efecto el aeropuerto se construye, la película y toda la serie se han convertido en una especie de documento histórico. También demuestra que la agitación social y los disturbios que sacudieron al mundo en aquel entonces fueron particularmente implacables y violentos en Japón. Las secuelas de los violentos enfrentamientos resultaron en muertes, heridos y arrestos, dejando una profunda huella en los habitantes del campo. Buscando las raíces de la resistencia continua en la Historia, las costumbres y las tradiciones, y en la relación de la gente con la tierra, los cineastas registran a la vida rural. Sanrizuka: Heta Village es una obra de gran paciencia y dedicación, que responde al pueblo y al tono de los sentimientos de la gente. En definitiva, la fuerza de la película reside en la profunda empatía y solidaridad de los cineastas con aquellos con quienes vivieron y lucharon. Ogawa enfatiza el estilo de vida y las tradiciones que los agricultores luchan por preservar y muestra una profunda sensibilidad y receptividad hacia estas personas. Las secuencias más importantes y memorables incluyen una entrevista con una mujer que corta un rábano en forma de falo (que, en broma, conecta a los “testículos” de una papa), una conversación sincera y afectuosa con una mujer de 86 años sentada en su porche, y una secuencia inicial en la que la cámara recorre un campo para ilustrar las anécdotas de un agricultor. Subjetivo y muy empático, este documental es menos una declaración que una conversación amistosa: Ogawa se escucha con frecuencia como narrador y entrevistador, los intertítulos periódicos no son menos personales, y los aldeanos corresponden a la calidez de los cineastas compartiendo libremente sus vidas con la cámara. Otro momento ejemplar: una escena en la que un padre llora el suicidio de su hijo. Los agricultores del pueblo se reúnen en medio de la inminente construcción del Aeropuerto de Narita, destinada a destruir toda la comunidad agrícola. Dos de los hijos de los aldeanos, llamados Haruo y Masahiko, que forman parte de la “Brigada de Acción Juvenil”, permanecen prisioneros e interrogados durante 90 días por la policía tras una violenta protesta en el cruce de Toho, cerca de Sanrizuka, en la que participaron 260 policías antidisturbios. La comunidad se reúne para discutir maneras de mantener la comunidad fuerte y conservar los cultivos mientras la determinación de sus hijos se ve frustrada. Para debilitar aún más los lazos entre los agricultores, los policías van de casa en casa difundiendo la mentira de que cada vecino ha confesado la culpabilidad de su hijo y cederá a las exigencias de las autoridades, lo que conducirá a la destrucción de Sanrizuka. Ninguna de las familias se ha doblegado, pero la desconfianza fabricada exige un fortalecimiento de los lazos y una reafirmación de la ética. Ogawa nos hace asistentes de esta reunión: la sensación es impresionante.
Valle de Aburrá, Antioquia