2011
71′ Min
Canadá
Francés
Olivier Godin
Olivier Godin
Luc St-Pierre
Miryam Charles
Ève Duranceau
Luc Proulx
Philippe Battikha
Luc St-Pierre
Renaud Després-Larose
Théodore Goodwin
Guillame Cavaliére Beranek
Karim Ouari
| Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
|---|---|---|
| Domingo 14 de septiembre | 6:30 p.m. | Centro Colombo Americano - Sede centro - Sala 2 | Medellín |
Olivier Godin es director de cine. Ha dirigido numerosos cortometrajes y largometrajes. Estudió cine en la Universidad Ahuntsic (en Montreal) y en la Universidad Concordia. También es crítico de cine y colabora periódicamente con la revista “Hors Champ”. En 2014, se presentó una primera retrospectiva de su obra en la Cinémathèque Québécoise. Trabajando con medios modestos y con un espíritu decididamente artesanal, busca lo poético en lo banal, lo épico en lo obsceno, lo romántico en lo ridículo. Milagrosamente, a veces recibe premios y becas. Varios de sus cortometrajes han recibido galardones en el Festival du Nouveau Cinéma y el Premio CALQ. Gracias a presupuestos reducidos y a su compromiso con la narrativa y la cinematografía artesanal, en estas películas encontramos cuchillos y espadas, ocasionalmente alguna pistola, saxofones y trompetas. En resumen, ¡aventuras! Muy atento a los registros del color y la luz, como si el propósito de cada nueva película fuera abrir por dentro un color, el carácter de su cine se concentra, por intensidad y acumulación, en una vertiginosa devoción por las palabras. La agilidad que presenta es tanto lumínica como verbal. Con una especial erudición hacia el cine que trabaja con precisión y cariño la palabra, lo artesanal, lo que es fuertemente insólito y por eso mismo gracioso, cruel o dramático, Godin trabaja sobre una región de tradición precisa. Vemos, y es un placer enorme hacerlo, que ha aprendido a hacer cine viendo cine, concentrado en la materia de otros cineastas. Su mundo, original y desabrochado de cualquier restricción, donde es inútil discernir entre la máscara y la carne, la trascendencia y lo profano, consiste en saber dejarse ir y en sentir con la máxima de las dedicaciones.

En el Montreal contemporáneo, el diablo, mediante pequeñas triquiñuelas seductoras, se toma libertades para desafiar y despistar a la muerte. Un valiente trompetista, enamorado de un alma condenada, debe luchar contra él.


La intrusión de lo fantástico en el cine de Godin se presenta como un tránsito orgánico de la realidad al onirismo que está mediado por elementos prácticos, así, en su primer largometraje, La Patria de las almas (una fábula de jazz), una llamada puede conectar a la protagonista con otro plano de la existencia, un monólogo emotivo puede ser el detonante para el desfallecimiento del cuerpo y el espíritu, y una cirugía en manos del ser amado puede ser el ritual para la salvación de un alma. Béatrice atraviesa el duelo por la muerte de su pareja, quién murió en condiciones confusas y dejó en ella un cúmulo de palabras no dichas. En medio de la búsqueda de Béatrice por contactar al ser amado después de la muerte, el diablo encuentra la vía para desorientarla y guiarla también a ella a la tierra de las almas. Godin crea una puesta en escena performática mediada por el diálogo –que funciona como creador de universos alternos– proponiendo un cine que instaura su realidad cuando la nombra. El performance está además atravesado por el jazz que interpretan sus mismos personajes, como si la banda sonora de la película se diseñara dentro la diégesis misma de la película. Este cine con fuerte influencia literaria consigue convertir la prolija economía de recursos en un rasgo estético y construye una poética particular del lenguaje que avanza como impulso para la creación ingeniosa. Desde la experimentación y la plástica de los detalles, Godin consigue que el espectador haga un pacto con el mundo inmaterial, donde el amor se mantiene como única fuerza terrenal que puede sobreponerse a la muerte.
Valle de Aburrá, Antioquia