2016
85′
Colombia
Español
Catalina Villar
TS Productions
Céline Loiseau
Diana Kuéllar
Manuel Mahecha
Juan Carlos Loaiza
Catalina Villar
Yves de Peretti
Gilles Volta
César Salazar
Miller Castro
Nathalie Vidal
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Jueves 12 de septiembre | 9:30 a.m. | I.E. Antonio Derka | Medellín |
Jueves 12 de septiembre | 6:30 p.m. | Cedenorte Institución Técnica | Bello |
Catalina Villar, bogotana radicada en Francia, cineasta con intento de estudios en medicina por la tradición familiar y de literatura por su pasión a la escritura. Es profesora de los Ateliers Varan en París, encargada del taller de escritura documental en la Fémis. Ha participado en diferentes másteres y escuelas de cine en Cuba, España y Colombia, entre ellas la Universidad del Valle.
Posterior a la finalización de Diario en Medellín, la película-telar de Catalina Villar, cuando Medellín era “la ciudad más peligrosa del mundo”, el joven poeta Juan Carlos Loaiza, protagonista de la película, es asesinado. Más de una década después, como dice el título, Medellín ha cambiado. Mejor: se plantea como un modelo de innovación urbanística. Villar vuelve a Medellín. Filma lo que encuentra: cambios y fantasmas. La nueva Medellín evoca a Juan Carlos Loaiza, a través de citas de sus poemas y de la maratón burocrática de sus padres para obtener una indemnización por su asesinato.
Primera escena: el relieve trágico de la condición profética de toda la poesía. Juan Carlos Loaiza –que conocimos en Diario de Medellín– lee un poema suyo. “Esta noche todo está escrito con tinta de sangre hasta el punto de quedar en mero hueso”. Su cuerpo y sus letras persiguen, como un proyecto fantasmal, todo aliento que la película registra. Catalina Villar sigue a los padres de Juan Carlos: buscan una indemnización del gobierno por el asesinato de su hijo. Sigue también a Manuel Mahecha, amigo de Juan Carlos y hoy presidente de la Junta de Acción Comunal de Santo Domingo. Los padres buscan papeles en forma de noticias y evidencias para apoyar el caso judicial. Manuel escucha a sus vecinos –los vivos–, visita a su madre, habla con su hija. La vida pasa y las cosas cambian. Sin embargo, es inevitable para la película ver que, en Medellín, caminar induce a pensar en la muerte, en todo lo que ha desaparecido o desaparecerá pronto. De luto las personas, de luto los edificios. En La nueva Medellín los muertos soplan al oído. El aliento vital de Villar para filmar no es terrorífico ni está diluido en la tristeza; tampoco es severo. Suena varias veces en la película el estribillo de una canción popular: “No estoy triste. No es mi llanto. Es el humo del cigarrillo que me hace llorar”. Es sobre esa cuerda floja que camina la película. De ahí nace ese aliento invisible donde la dimensión emocional supera todo nerviosismo chato. El análisis (una voz en off) que presenta, pone en duda e hilvana otras películas del “retorno” de Catalina Villar ya no existe. Es imposible el método del análisis para saber qué es eso que ha pasado entre Diario de Medellín y La nueva Medellín. Otro poema que oímos de Juan Carlos Loaiza refiere a “las escenas del pasado [que] vuelven con ropajes nuevos”. Esa es quizás la sensación, cíclica y de una oquedad manifiesta, que protagoniza la película.
Valle de Aburrá, Antioquia