1989
128′ Min
Bolivia
Español y Aymara
Jorge Sanjinés
Reynaldo Yujra, Delfina Mamani, Orlando Huanca, Roque Salgado y Tatiana Mancilla
Reynaldo Yujra, Delfina Mamani, Orlando Huanca, Roque Salgado y Tatiana Mancilla
Jorge Sanjinés
César Pérez
Jorge Sanjinés
Juan Guarani
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Jueves 8 de septiembre | 6:40 p.m. | Cinemas Procinal Las Américas | Medellín |
Jueves 8 de septiembre | 6:30 p.m. | MECENTUS (Musa café cultural) | Barbosa |
Jorge Sanjinés (Laz Paz, 1936) Graduado como director de cine en la Escuela Fílmica de la Universidad de Chile. Al regresar a su país, en 1961, conformó el Consejo Nacional de Cultura para el Cine. Entre 1965 y 1966, dirigió el Instituto Cinematográfico Boliviano. Luego, junto a Oscar Soria, organizó el grupo UKAMAU, que toma su nombre del primer largometraje de ese colectivo (1966), conformado también por Ricardo Rada y Antonio Eguino. Es uno de los fundadores de la primera Escuela Fílmica Boliviana, entidad que luego de unos meses cerró sus puertas debido a la voluntad del gobierno boliviano de intervenir en ella. Su cine pensó siempre las diferentes violencias a las que fueron sometidos los pueblos indígenas de su país.
Sebastián Mamani regresa a su comunidad aymara de origen, de la que fue expulsado tiempo atrás, cargando la gran máscara de la muerte, para danzar hasta morir en una suerte de expiación de los pecados que ocasionaron su exilio y como una manera de renacer en su identidad cultural perdida. Durante su viaje rememora su pasado.
Una nación dentro de una nación. La idea puesta sobre la mesa de una comunidad política, con sus costumbres, tradiciones y códigos morales de dignidad, que es esencialmente imposible de integrar o disolver en otra. Es una película sobre la culpa, pero también sobre la tensión entre el individuo y la comunidad. Es una pintura paisajística que logra, al mismo tiempo, esbozar el trasfondo ignominioso de la guerra antisubversiva y el desarrollo de políticas conservadoras y autoritarias en el cono sur de América. Aquí los lazos familiares y comunitarios aparecen como fronteras densas en las que se definen también los contornos de la existencia personal y psicológica. En el retorno a casa que aquí se representa, en esta modesta odisea moral, se observa a paso lento el viaje de vuelta de Sebastián Mamani, el antihéroe de esta historia. Tal retorno marca el entrecruzamiento de dos historias, una pasada y otra presente. El pasado es el escenario de las cargas morales, de los malos comportamientos, de la ruptura de los códigos comunitarios. Allí, Mamani fue capaz de traicionar a su comunidad, de darle poder a esa otra Nación que busca engullirlo todo, de trabajar para el enemigo y de negar sus raíces eliminando su apellido de nacimiento. El presente, por su parte, es el intento de redención, la búsqueda de una muerte tras el infierno del remordimiento, la búsqueda del perdón social en el autosacrificio. Mamani abandona el exilio para retornar a la comunidad y cumplir su destino. Encarga a un ebanista el diseño de una máscara, la imagen de un demonio que, según la creencia comunitaria, es el último destino del bailarín con su “danzanti”. En la marcha hacia su última morada –otrora la primera– el sonido de la metralla marca el compás de un golpe de estado militar. Aquí el pasado y el presente se anudan como la cuerda de un suicida: la culpa reverbera, las imágenes del pasado aparecen nítidas y la decisión de reivindicar la memoria maltrecha a través de la propia negación se afirma como un incondicional. El destino se consuma.
Valle de Aburrá, Antioquia