2024
85′ Min
Colombia
Español
Andrés Carmona
Mauricio Carmona
Guillermo Cárdenas
Álvaro Salazar
Raúl Agudelo
Javier Ocampo
Andrés Carmona Rivera
Mauricio Carmona Rivera
Andrés Carmona Rivera
Isabel Otálvaro
Andrés Carmona Rivera
Daniel “El gato” Garcés Najar
Adriana Moreno
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
---|---|---|
Viernes 6 de septiembre | 8:30 p.m. | Centro Colombo Americano | Sede Centro | Sala 1 | Medellín |
Miércoles 11 de septiembre | 7:00 p.m. | Teatro Caribe | Itagüí |
Nació en Medellín, Colombia en 1986. Realizó su pregrado en Comunicación Audiovisual y Multimedia en la Universidad de Antioquia con un intercambio Académico en la Universidad de Buenos Aires, programa de Diseño de Imagen y Sonido. Es cofundador y miembro de Policéfalo Films. Como director de fotografía ha trabajado en los proyectos Tamo, dirigido por Lisseth Rincones, Ituango, proyecto colaborativo con Miguel Ángel Correa y Humo de Montaña, película dirigida por Pablo Castro.
La Estancia es una casa condenada a desaparecer en una ciudad que, como Medellín, ha sido despiadada con la memoria. Esta película es un viaje a las entrañas de un conventillo habitado por hombres viejos y solitarios que nos revelan sus vidas, sus amores, sus deseos, e incluso su visión de la muerte.
La ópera prima de Andrés Carmona Rivera guarda consigo un fulgor de luz aparente, de la naturaleza de un faro: esboza un espacio y luego lo sumerge en tinieblas, permite el vislumbre de la imaginación, pero, como en las operaciones de los buenos retratos, sofoca la posibilidad de apresamiento. Así aparece la Estancia, un reducto de habitaciones y pasillos interminables anclado en el centro de la ciudad de Medellín que se desmorona y se sedimenta al suelo voraz de la especulación inmobiliaria y la gentrificación, como si en un anuncio de venta de inmuebles se filtraran las resquebraduras de un universo canettiano y donosiano, de viejos que se aferran al amor como si fueran ígneos jóvenes bañistas. Los viejos que habitan la Estancia, entre el arrume de objetos/portales y licores avinagrados, gorgotean y conjuran el pasado como parcas que enhebran presencias con sus tradiciones orales haciendo de la experiencia de convivencia con estos seres una inmersión claustrofóbica paradójica que se siente opresiva y liberadora. Carmona Rivera, gracias a la devoción con la que filma, parece tener la receta para destilar de la desazón la pura embriaguez de las pequeñas victorias de lo cotidiano, de la victoria agridulce del sostenerse como sobreviviente, ser estela de violencias a lo largo de los años labradas en la piel y en el habla provocadas por una ciudad cínica, inquisitiva, centinela del deseo, cercenadora de la diferencia y aniquiladora de la celebración de amar.Los cuatro personajes que habitan la Estancia surgen como jinetes del Apocalipsis de la prístina cara de una ciudad-tapiz de horrores y, en ese sentido, el director, más que documentar la precisión del comportamiento y la anécdota de cada ser, se termina aunando al lienzo coral de un mundo que está cediendo al cálculo y a la uniformidad presentándonos la ontología de la casona moribunda como el último refugio de lo verdadero, lo que duele.
Valle de Aburrá, Antioquia