2008
80′ Min
Chile
Español
Ignacio Agüero
Ignacio Agüero & Asociado
Amazonia Films
Ignacio Agüero
Fernando Villagrán
Gabriel Díaz
Ricardo Lorca
Sophie França
Boris Herrera
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Sábado 7 de septiembre | 4:30 p.m. | Centro Colombo Americano | Sede Centro | Sala 1 | Medellín |
Miércoles 11 de septiembre | 6:30 p.m. | Talpa - Casa cultural | Girardota |
Ignacio Agüero nació en Santiago de Chile en 1952. Estudió arquitectura y también cine. Muchas veces se reconoce en sus películas la importancia de los espacios debido a esa formación. Realizó su primera película, No olvidar, de forma semiclandestina, sobre una matanza de campesinos por la policía de Pinochet. Después vinieron los documentales Como me da la gana (1985), una especie de encuesta a pie de rodaje sobre por qué y para qué hacemos películas con sus compañeros cineastas chilenos, y Cien niños esperando un tren (1988) sobre cómo transmitir la magia del cine a los niños de la mano de las clases de la profesora Alicia Vega. Hasta la fecha ha dirigido diez largometrajes. También ha sido presidente de la Asociación de documentalistas de Chile; jurado en festivales internacionales; productor y director de telefilms, actor secundario de numerosas películas chilenas y actor principal en dos films de Raúl Ruiz. Es profesor de cine en la Universidad de Chile. Agüero se refiere al desarrollo de sus películas así: “Para mí es fundamental trabajar siempre con la pregunta: ¿qué es el cine? Antes de rodar, durante el rodaje y durante el montaje. Esta actitud hace que en la creación de una obra todas las posibilidades estén abiertas y todas las formas del lenguaje estén en cuestión. Creo que cada vez existe menos un lenguaje dado, sino que éste se reinventa cada vez, sobre la base de la tradición, que ya es una tradición de rupturas. Lo que hace el cineasta es desplegar su propio modo de acercarse a esa pregunta”.
Esta película se proyecta con:
Animal de costumbre, de Ignacio Agüero
Un documental sobre la complicidad del periódico El Mercurio en el golpe militar chileno de 1973 y en los crímenes de la dictadura de Pinochet.
Agüero, en esta ocasión junto a un grupo de estudiantes e investigadores de comunicación de la Universidad de Chile, desentraña la ominosa historia detrás de uno de los periódicos más antiguos de América Latina: “El Mercurio”, y su polémico dueño Agustín Edwards. Durante ochenta minutos, a través de una estructura epistolar, el cineasta y los estudiantes se sumergen en el abismo del diario y sus sórdidos procedimientos durante el gobierno de Salvador Allende, el Golpe de Estado y la persecución política después de la dictadura militar de Augusto Pinochet y cómo fue clave el papel de Edwards con reuniones tan controversiales como las que sostuvo con el presidente Nixon o Henry Kissinger para desestabilizar el gobierno de Allende, auspiciado económicamente por la CIA. La película sabe equilibrar los mecanismos más asiduos del documental con espacios de experimentación sonora y del uso del material de archivo –que no se ciñe de forma inequívoca como elemento verificador testigo sino que expande sus posibilidades como si prolongara la sombra de la barbarie del Mercurio–. Agüero deja que los materiales volátiles se presenten en toda su brutal contundencia y los deja resonar en el eco trémulo de la historia política chilena consiguiendo, más allá de una indignación temporal, una fractura permanente en el imaginario del pueblo chileno, plagado de umbrales difusos, desapariciones, omisiones, manipulaciones, exterminios y horrores. Así como en No olvidar, el cineasta arroja luz sobre las tinieblas de la memoria colectiva, desentrañando el trauma, exponiéndolo y brindando herramientas para trascenderlo con el entendimiento y la rabia. La película parece una necro-crónica de Sergio González Rodríguez: es imposible no sentir miedo y repulsión al escuchar a los antiguos dirigentes del Mercurio de los años setenta u ochenta ahondar en la lista de los 119 desaparecidos secuestrados por la policía secreta militar que el diario difundió como muertos, en una retaliación contra sus mismos compañeros, haciéndolos pasar por cadáveres “nn” argentinos en la frontera. Agüero maniobra el horror con solemnidad, presentando una pieza investigativa poderosa que termina convirtiéndose en invaluable no solamente por lo que denuncia sino por el carácter atemporal de sus palabras. Palabras que deben ser reflexionadas y difundidas con la obstinación reveladora de los jóvenes estudiantes de comunicación que se pasean por las oficinas del Mercurio como los que visitan las grutas de un averno innombrable.
Valle de Aburrá, Antioquia