Classical Period / Periodo Clásico

Classical Period / Periodo Clásico

Año:

2018

Duración:

82′ Min

País:

Estados Unidos

Idioma:

Inglés

Direccción:

Ted Fendt

Productores:

Ted Fendt

Graham Swon

Elenco principal:

Calvin Engime

Evelyn Emile

Sam Ritterman

Christopher Stump

Michael Carwile

Guion:

Ted Fendt

Direccion de fotografía:

Sage Einarsen

Montaje:

Ted Fendt

Sonido:

Daniel D’Errico

Horarios

Fecha/HoraTeatroCiudad
Sábado 13 de septiembre | 4:30 p.m.Centro Colombo Americano - Sede centro. Sala 1 Medellín

Direccción:

Ted Fendt

Ted Fendt es un cineasta estadounidense afincado en Berlín. Tras realizar series de cortometrajes y largometrajes en 16 mm en su ciudad natal de Nueva Jersey y en la cercana Filadelfia, en 2019 se trasladó a Europa para rodar su primer largometraje en alemán, Outside Noise (Selección Cinemancia 2022). Sus películas han sido proyectadas en festivales de cine como Berlinale Forum, Anthology Film Archives, Viennale y Le Gran Lux, y en pequeñas y grandes salas de cine. También traduce regularmente críticas de cine, incluido el libro de Nicole Brenez “On The Figure In General And The Body In Particular: Figurative Invention In Cinema”. Fue durante mucho tiempo proyeccionista en cines de Nueva York y Berlín.

Sinopsis

Sinopsis

En el segundo largometraje de Ted Fendt, un tratado ultracinéfilo sobre lengua, literatura y teología, un grupo de jóvenes intelectuales participa en divertidas rondas de debate académico. Entre grupos de discusión sobre Dante y ejercicios lingüísticos en solitario, Cal involucra a sus amigos en una serie de debates discursivos que, si bien abarcan diferentes momentos de la Historia, terminan por correlacionarse con preocupaciones más inmediatas y personales. Filmada con un rigor formal acorde con la estudiada personalidad de sus personajes, la visión enciclopédica del cine de Fendt estimula tanto la mente como los sentidos.

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Reflexión


Dos amigos se encuentran por azar a primera hora del día. Cal va de camino a una cita médica que no pudo agendar en un horario más amable. Evelyn tiene un terrible insomnio, fue a caminar apenas salió el sol. Luego de un par de preguntas formales, y como si no pudiera contener la necesidad de hacerlo, Cal no puede evitar preguntarle qué está leyendo ahora. En lugar de ir al médico o de ir a dormir, van a una librería. En un mundo en el que todos parecen ser escritores, Ted Fendt hace una película sobre la lectura y la erudición: un juego de cartas se vuelve la excusa para hablar del descubridor de los beneficios del LSD en la psiquiatría, una salida al parque deviene el encuentro con un experto en el tema de la arquitectura colonial de Filadelfia, una noche de tragos en la casa de un desconocido es la oportunidad perfecta para hablar de uno de los mártires de la reforma inglesa en el siglo XVI. Entre tanto, este grupo de amigos asiste a un club de lectura de La Divina Comedia: leen en voz alta pasajes que los intrigan, van a conferencias sobre la Italia del renacimiento para nutrir su lectura, dialogan sobre lo frustrante que resulta leer las opacas referencias culturales que Dante pone en su obra. Fendt le da tiempo fílmico a estos gestos, observa con detenimiento a sus personajes mientras leen, mientras hacen apuntes, mientras entablan sus diálogos. Al hacerlo, evoca la obra de dos autores a los que les ha declarado admiración: Jean-Marie Straub y Danièle Huillet. Como ellos, Fendt filma con austeridad, con cámara fija, rescatando la potencia del primer plano, del plano contra plano, del silencio. Renuncia a los códigos de la interpretación actoral, pone ante a la cámara a sus amigos y no les exige histrionismo sino cierta verdad del habla; esta es una película que se sustenta en la potencia inadvertida del gesto de hablar. Pero Fendt guarda cierta distancia frente a los Straub-Huillet al indagar con más convicción en la ironía juvenil de las situaciones que ponen en escena. Podría pensarse que estos amigos no son más que replicantes, reproductores de anécdotas históricas y de datos curiosos sobre la vida de sus autores predilectos. Pero es precisamente eso, la singularidad de sus intereses literarios y académicos, sus diferentes sensibilidades eruditas, lo que dibuja cada perfil, el material que sustenta los encuentros y desencuentros de su amistad. Es como si Fendt se hubiera dedicado a categorizar los perfiles académicos de sus personajes: la que lee poesía de autoras desconocidas, el que se dedica a estudiar la historia arquitectónica de la ciudad, el que se dedicó a estudiar el periodo clásico. Estas diferencias producen ciertos tiempos muertos y un agotamiento de su propia erudición, como si no fuera posible disfrutar de un trago sin hablar de un tema sesudo o sin medir la erudición del otro. Es por eso que cuando resulta imperante hablar de lo fastidioso que eso resulta, o hablar de algo tan inusual como una emoción, es como si se produjera un corto circuito en Cal, una interrupción de su personalidad de la que es inevitable no reírse. Pese a todo, seguirán hablando de sus lecturas recurrentes y seguirán siendo amigos al pasar el invierno.

SERGIO BARÓN

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