Cinemancia Festival

Cien niños esperando un tren

Cien niños esperando un tren

Año:

1988

Duración:

57′ Min

País:

Chile

Idioma:

Español

Director:

Ignacio Agüero

Productores:

 Ignacio Agüero

Beatriz González

Andrés Racz

Adrián Eduardo Solar

Elenco principal:

Alicia Vega

Guionista:

Ignacio Agüero

Director de fotografía:

 Jaime Reyes

Jorge Roth

Montaje:

Fernando Valenzuela

Sonido:

Mario Díaz

Freddy González

Ernesto Trujillo

Felipe Zaba

Horarios

Fecha/HoraTeatroCiudad
Lunes 9 de septiembre | 1:00 p.m.Cinemas Procinal Parque FabricatoBello
Martes 10 de septiembre | 1:00 p.m.Cinemas Procinal Parque FabricatoBello
Martes 10 de septiembre | 6:30 p.m.Centro Colombo Americano | Sede Centro | Sala 1 Medellín
Miércoles 11 de septiembre | 1:00 p.m.Cinemas Procinal Parque FabricatoBello

Director:

Ignacio Agüero

Ignacio Agüero nació en Santiago de Chile en 1952. Estudió arquitectura y también cine. Muchas veces se reconoce en sus películas la importancia de los espacios debido a esa formación. Realizó su primera película, No olvidar, de forma semiclandestina, sobre una matanza de campesinos por la policía de Pinochet. Después vinieron los documentales Como me da la gana (1985), una especie de encuesta a pie de rodaje sobre por qué y para qué hacemos películas con sus compañeros cineastas chilenos, y Cien niños esperando un tren (1988) sobre cómo transmitir la magia del cine a los niños de la mano de las clases de la profesora Alicia Vega. Hasta la fecha ha dirigido diez largometrajes. También ha sido presidente de la Asociación de documentalistas de Chile; jurado en festivales internacionales; productor y director de telefilms, actor secundario de numerosas películas chilenas y actor principal en dos films de Raúl Ruiz. Es profesor de cine en la Universidad de Chile. Agüero se refiere al desarrollo de sus películas así: “Para mí es fundamental trabajar siempre con la pregunta: ¿qué es el cine? Antes de rodar, durante el rodaje y durante el montaje. Esta actitud hace que en la creación de una obra todas las posibilidades estén abiertas y todas las formas del lenguaje estén en cuestión. Creo que cada vez existe menos un lenguaje dado, sino que éste se reinventa cada vez, sobre la base de la tradición, que ya es una tradición de rupturas. Lo que hace el cineasta es desplegar su propio modo de acercarse a esa pregunta”.

Esta película se proyecta con:

No olvidar, de Ignacio Agüero

Sinopsis

Sinopsis

Cien niños de la población Lo Hermida en los bordes de la ciudad de Santiago participan en un taller de cine de la profesora Alicia Vega. En él construyen, en un ambiente de juego, los elementos que llevaron a la invención del cine, como el taumatropo, el zootropo, y realizan una película con fotogramas de papel. Finalmente asisten por primera vez al cine en el centro de la ciudad, que conocen también por primera vez. Un ejercicio de creación y alegría que escapa a la opresión de la dictadura militar

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Película imprescindible del gran cineasta chileno Ignacio Agüero. Cien niños esperando un tren no es un ejercicio de pedagogía humanista alrededor de las metodologías sensibles de la profesora Alicia Vega con su grupo de jóvenes estudiantes en los bordes de las regiones obreras santiaguinas, es ante todo el despliegue revelador de la mirada de un realizador que lleva más de cuarenta años desentrañando los misterios poéticos en los gestos cotidianos. Las mejores cosas del pulso creativo de Kiarostami, Coutinho o Shimizu se dan la mano en cada uno de los elogios que acá da Agüero al cine y al acto de tejer nuevas nociones de mundo a partir de las sutiles acciones, como construir manualmente un juguete óptico o hacer un travelling con una carreta. Cien niños esperando un tren supone un punto de inflexión en la travesía de la obra de Agüero, algo indescifrable se teje en sus retratos de lugar y testimonios; la metodología de Alicia Vega y sus estudiantes gradualmente deja de volverse retrato para convertirse en universo habitable, Ignacio no sólo constata con su cámara la existencia de un lugar, sus gestos, y las experiencias contenidas en el mismo, sino que profundiza en los “hilos de vida” de las personas afectadas: el niño que aprende la magia del praxinoscopio, la socializa con sus padres, y el cine con sus propios misterios comienza a filtrarse en el suelo de los barrios marginales como un latente yacimiento de denuncia, imaginación y creación. Si algo hace de esta película un milagro es que en su propia ejecución se gestan sus descubrimientos únicos, como si el cineasta joven de No olvidar fungiera de espeleólogo de los elementos que terminarían finalmente recubriendo la poética de toda su obra, una que se sigue construyendo más allá del encendido y el apagado de una cámara.

ANDRÉS MÚNERA

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