Cinemancia Festival

Camino

Camino

Año:

2016

Duración:

80′

País:

Francia

Idioma:

Francés

Directora:

Catalina Villar

Productores:

Temps Noir

Nadège Hasson

Elenco principal:

Marie Gaudry

Ramon Menendez

Julie Firmin

Marion Ficheux

Guionista:

Catalina Villar

Director de fotografía:

Yves de Peretti

Montaje:

Catalina Villar

Yves de Peretti

Sophie Reiter

Sonido:

Catalina Villar

Pierre Carrasco

Horarios

Fecha/HoraTeatroCiudad
Jueves 12 de septiembre | 4:30 p.m. Cinemas Procinal Las AméricasMedellín
Viernes 13 de septiembre | 7:00 p.m.La Capilla del Claustro ComfamaMedellín

Directora:

Catalina Villar

Catalina Villar, bogotana radicada en Francia, cineasta con intento de estudios en medicina por la tradición familiar y de literatura por su pasión a la escritura. Es profesora de los Ateliers Varan en París, encargada del taller de escritura documental en la Fémis. Ha participado en diferentes másteres y escuelas de cine en Cuba, España y Colombia, entre ellas la Universidad del Valle.

Sinopsis

Sinopsis

Filmando una enorme variedad de rostros adultos, Catalina Villar ha hecho una película sobre la infancia. Cuando un niño no va bien, cuando no es “como los demás”, provoca un tsunami en quienes lo rodean, tanto en la familia como en la escuela, donde los “síntomas” son más visibles… Esta película filma el interior de un centro de salud psiquiátrico público para niños: especialistas, madres y padres discuten la infancia, los diagnósticos y los tratamientos.

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Reflexión

A lo largo de sus casi ochenta minutos, Camino enternece a cada paso. Como niños que pujan con su lengua para encontrar las palabras con las cuales podrán expresar las impresiones que deja el mundo sobre sus consciencias, vemos a un equipo de adultos hacer maromas conceptuales para dar cuenta del complejo y adorable proceso de algunos niños en su adaptación a unos entornos que les resultan trabajosos: la escuela, el hogar familiar, la cabeza propia, el mundo. A los niños no los vemos, están ausentes, salvo por breves apariciones como cuerpos animados en los bordes de uno que otro encuadre mientras el foco visual está puesto en los cuidadores parlanchines: madres, padres, psicólogas. Este procedimiento crea una metodología en la que el discurso oral es casi un cinematógrafo; las anécdotas filman una película imaginaria que es como el positivo de la que Camino es el negativo. Esa película en positivo nos mostraría los berrinches, los lanzamientos de extintores, los fogonazos de felicidad pasional, las muecas de alegría y los rostros valientes y cansados de estos niños cuyas descripciones nos llenan de compasión y admiración. Pero no tenemos acceso a esas imágenes en movimiento más que como fragmentarias descripciones orales de conductas, comportamientos y gestos. De la imposibilidad de representación visual de los infantes que parece guiar a Camino, que toma su título del nombre de la institución educativa-terapéutica que documenta, Villar y Peretti crean una pieza que le hace mayor justicia a los propios niños. Resulta evidente que el mundo que es hostil a estos niños contamina también nuestra mirada: podríamos lastimarlos al verlos con el descuido y falta de amor que caracteriza a la persona desprevenida promedio. Por esto, la gramática restrictiva del documental resulta ética: nos presenta una imagen mental de los niños más justa en tanto los protege de la injusticia de nuestra mirada. Al mismo tiempo, nos alfabetiza: nos prepara para los niños de nuestro entorno; donde veríamos desjuicio y exabruptos, podremos ahora empezar a descifrar, con paciencia, una sinceridad expresiva merecedora de asombro y admiración. Camino evidencia la oposición entre el afán diagnóstico y la paciencia contemplativa. Opone al discurso enjuiciador, el balbuceo comprensivo. Comprender nos obliga a balbucear: las madres fruncen el ceño intentando encontrar ternura entre la desesperación y los psicólogos acuden a una verborrea benevolente para pescar un poco de tiempo para los niños, para salvarlos de la interrupción agresiva que frenaría su presencia digna y la merecida expresión del desajuste entre los protocolos diplomáticos para lidiar con el mundo y sus más  desenfrenos intensivos. Presenciamos así a los niños a través de la inmaterialidad, si bien física, gestual y emotiva, de los reportes y testimonios de sus cuidadores, y a través de la observación respetuosa y dulce de los mundos circundantes que habitan como presencias dulces y belicosas.

CAMILO FALLA

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