Todo el ambiente de esta película es de irrealidad alucinante. Irrealidad porque lo que vemos todo el tiempo son imágenes (muy) secretas, son imágenes apenas disponibles para las madres y los padres del mundo (si están atentos). Es decir, esta es una película sin ficción que nos revela dos grandes cosas. La primera, de aspecto regresivo, pretende abrir un canal cerrado en la memoria: como todos fuimos niños, es también sobre nosotros, nos devuelve al momento imposible (irreal) del descubrimiento. La segunda es que nos hace conscientes del poder, fundamental y a la vez impreciso, siempre sostenido en un flujo perpetuo de ternura (con razón Truffaut escribió: “Una sonrisa de un niño en la pantalla y ya está todo ganado”), del universo infantil. Polina Gumiela (directora, productora, guionista, sonidista, directora de fotografía) sigue a Zhana Henkes, una pequeña vivaz que no deja respiro desaprovechado. La sigue durante varias tardes dedicadas al juego y al cruce con otros niños y niñas de edades diversas mientras ella establece relaciones, señala con el dedo, habla, salta, toca, mira sin pestañear, presta atención. Zhana es la hija de Polina Gumiela (por momentos recordamos Svyato, de Kossakovsky, pero apenas como una presencia fantasmal que se desvanece muy rápido). La película también documenta el retrato de una maternidad sin miedo (la verdad es que es muy hermoso ver a Zhana orgullosa de sus pequeñas heridas que delatan el contacto con la materia; es también hermoso –en otro sentido– ver esos planos donde la pequeña desaparece de la película por mínimos segundos) y de una infancia feliz en la certeza de que el mundo es una enorme colcha de impulsos visuales, sonoros, táctiles, de gusto y sabor. Un solo plano de Zhana mirando al cielo ya nos sacude y nos despierta la atención: la película nos invita a imitarla. Blue Eyes and Colorful My Dress es de primeras veces y de descubrimientos, descubrimientos de los rincones de la ciudad, de los parques y del propio rostro. Creo que no exagerar al decir que no existe otra película tan elocuente y precisa para hablar (y filmar) de la atención. Todo lo que está dentro de sus imágenes da calor y alimenta el espíritu.