Cinemancia Festival

Berta y Pablo

Berta y Pablo

Año:

2024

Duración:

61′ Min

País:

Argentina

Idioma:

Español

Director:

Matías Szulanski

Productores:

Bernardo Szulanski

Matías Szulanski

Elenco principal:

Ana Skornik

Inés Urdinez

Camila Buch

Paulo Pécora

Valentina D’Emilio

Guionista:

Matías Szulanski

Jenni Merla

Director de fotografía:

Matías Szulanski

Montaje:

Matías Szulanski

Sonido:

Juan Silva

Facundo Sasson

Horarios

Fecha/HoraTeatroCiudad
Sábado 14 de septiembre | 8:00 p.m.Cinemas Procinal Las AméricasMedellín

Director:

Matías Szulanski

Malena Solarz (Buenos Aires, 1982). Egresada de la Universidad del cine, continúa allí su actividad como docente. Codirectora y coguionista de la película A propósito de Buenos Aires (2006). Junto a Nicolás Zukerfeld, codirigió El invierno llega después del otoño (2016). Como crítica, forma parte del staff de “Revista de Cine” y colabora en la revista “La vida útil”.

Sinopsis

Sinopsis

Carolina viaja de Montevideo a Buenos Aires para tomarse un tiempo en su relación y, aprovechando la estadía, visita la casa de su abuela fallecida para ver qué puede recuperar entre sus pertenencias. En uno de los libros que encuentra, descubre que mantenía correspondencia con un hombre llamado Pablo.

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Reflexión

No es la única razón por la cual Berta y Pablo es una película anómala pero sí es la razón más alentadora y la que mejor expande sobre su contundencia: se trata de una película de una hora donde todo son rodeos. Ataque máximo al camino de dirección única, Matías Szulanski hace una película que se parece a un anillo y, aún así, asume el aforismo del genio griego: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”. La misión que encierra al cineasta en caminar hacia un “punto” no existe realmente en el camino de Carolina, la mujer que lidera este relato, aunque ella, terca y adorable, solucione un misterio, haga un viaje, grabe un par de canciones y vuelva –re-enamorada– a la ciudad en la que ahora vive (Montevideo). La protagonista hace lo que tiene que hacer. O lo que se propone hacer. Sin embargo, la película, corta y dilatada, divertida y fantasmagórica, trágica y felizmente sutil, empuja hacia contingencias demasiado libres. Falsamente modesta, Berta y Pablo cumple el desafío de dar con el misterio de la práctica artística. Entre las muchas cosas que Carolina hace en su viaje a Buenos Aires hay una que se intensifica por ser una “primera vez”. “Recién salgo del cine, nunca había ido sola”, dice Carolina por teléfono. No sabremos qué película vio. Y aquello que parece tan anodino, tan arrinconado en una película por momentos detectivesca, cobra un nuevo sentido pues será, precisamente, un rollo de película el artefacto que resuelva parte de su misterio. Carolina necesita ver estos rollos. No tiene dónde ni cómo. En la sala de una casa –a su vez sala de cine improvisada–, Carolina ve las imágenes de su abuela en un idilio amoroso. Todavía no lo sabe muy bien –y apenas lo sospecha de las cartas-acertijo que ha leído entre libros– pero aquel film casero contiene, sin revelarlo, el significado de la vida. Volverá al cine sola porque los regresos a las imágenes intensifican la sensación que ella apenas ahora aprende a nombrar: incluso cuando la película acabe, las sombras seguirán allí. De eso va el misterio, escrito entre libros de tapa amarilla que no son los Cahiers du Cinéma sino la colección Robin Hood, que ella misma persigue entre las librerías y Mercado libre. En el propio mundo desesperanzado desde el que ahora huye Carolina, este encuentro inesperado con el relato secreto de su abuela es algo de esperanza. Por lo demás, el misterio dura poco: la resolución sale bien y las piezas no demoran en encajar. Lo que ella saca de ese empuje nervioso se parece a lo que nos deja la propia película de Szulanski: cuando se presta atención a la tercera persona, el mundo deja de aparecer tintineante e, inexorablemente fijo y completo, acerca nuestros deseos a una veta mucho más amable. La figura fascinante del otro encarna en una sensación de placer. La respiración ya no se entrecorta sino que sigue un ritmo particular, de un espesor inofensivo. Berta y Pablo, además, cabe muy bien en un impulso melodramático: la película es una fuerza romántica, de vida y de muerte. Celebra una tragedia y adula la pureza del primer amor, imbatible en cuanto a grandilocuencia, intensidad, honestidad y sensualidad tal como se sueña. 

PABLO ROLDÁN

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