1968
85′ Min
Colombia
Español
Santiago García
Arturo García
Santiago Canepari, Agustín Gagliardi, Walter Jakob, Laura Paredes
Jorge Pinto
Santiago García
Diego León Giraldo
Julio Luzardo
Jorge Pinto
Alicia de Mayorga
Yesid Guerrero
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Lunes 4 de septiembre | 4:30 p.m. | Teatro Caribe | Itagüí |
Martes 5 de septiembre | 4:30 p.m. | Centro Colombo Americano | Medellín |
Santiago García (Bogotá,1928 – 2020) Actor, director y dramaturgo colombiano, director del teatro del grupo La Candelaria, de Bogotá, Colombia. Fue actor en el mismo grupo y también participó de varias producciones en cine y televisión. A lo largo de su carrera estuvo vinculado con al menos 45 grandes producciones teatrales. Retirado de las tablas, se dedicó a la pintura. En marzo de 2012, fue declarado embajador mundial del Teatro por parte del Instituto Internacional del Teatro (ITI) de la Unesco. En 2019 recibe la Medalla al Mérito Cultural por sus aportes y legado al teatro colombiano.
Don Múnera es un joven tolimense que huye de la violencia en su región, intenta vivir en la gran ciudad, pero allí las cosas no son mejores. Viaja entonces a las minas de oro en Antioquia, conoce a la gente y trata de adaptarse, pese a lo adverso de las condiciones. Corteja a Inés, por lo que debe enfrentar a un antiguo pretendiente de la muchacha. La mina se derrumba, Inés lo rechaza y decide irse. Lo desafían a pelear y mata a su contrincante, quien lo había amenazado con la sentencia de que pasaría a ser de los de bajo la tierra.
Aunque Bajo la tierra (1968) sea una historia de migración, el entorno minero en el que se desarrolla ha sido poco explorado. La película parece tener el doble propósito de revelarnos las condiciones socioeconómicas de los territorios que explotan oro de las entrañas de las montañas, en la década de los sesenta, y el espíritu secreto e inalterado de los pobladores y trabajadores que viven de estos proyectos, sin importar la época en la que se encuentren. El protagonista es Múnera, un joven tolimense que huye de la violencia, y llega esperanzado a la población minera de Segovia, en Antioquia, en búsqueda de oportunidades. La transformación de este personaje a través de su relación con los demás, en medio de un territorio aislado, donde solo gobierna la empresa y la ley del minero, da cuenta del influjo de estas zonas explotadas sobre una sociedad necesitada. Vemos así a un hombre que lucha, al principio, por seguir siendo quien es, para luego luchar por dejar de ser la persona en que se ha convertido. Los escenarios son las veredas y montañas que circundan la mina, así como los socavones de los túneles, pero, sobre todo, la taberna, donde se reúnen los mineros después de sus jornadas. Es en este espacio, además, donde la película adquiere cierto tono de western, no solo por el entorno anárquico, sino por algunos recursos como el duelo y los planos a los que se recurre para recrearlos; el licor como símbolo de la hombría; el silencio cómplice ante las muertes de los enfrentamientos y el oro como la meta que obnubila. Más el enfoque en los detalles, en particular en uno de sus momentos de mayor tensión: el paso de un baile, la copa de licor en los labios, la amenaza de una mirada y en medio de todo ello una fugaz puñalada, que pasa casi imperceptible entre la secuencia. A pesar de ser una ficción, las imágenes de Bajo la tierra operan casi como un registro documental, incluso una mirada antropológica, de una época marcada por la violencia, el desarraigo y la lucha azarosa por sobrevivir.
Valle de Aburrá, Antioquia