2022
15′ Min
Italia
Sin diálogos
Francesco Montagner
Veronika Kührová, Michal Kráčmer
Jose Luis Martín Moro
Francesco Montagner
Michal Babinec
Jorge Sanchéz Caldéron
Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
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Domingo 3 de septiembre | 4:00 p.m. | Cinemas Procinal Aventura | Medellín |
Martes 5 de septiembre | 7:00 p.m. | Parque Cultural y Ambiental Otraparte | Envigado |
Francesco Montagner (Treviso, 1989) Director y guionista que debutó con Animata resistenza (2014), ganando el premio Venezia Classici en el 71º Festival de Cine de Venecia. Brotherhood (2021), su segunda película galardonada, se estrenó en el 74º Festival de Cine de Locarno y ganó el Pardo d’oro Concorso Cineasti del Presente.
Bajo el sol ardiente, un toro solitario espera incansablemente, mientras un hombre salta profundamente en las aguas más oscuras de su personaje, en su intento común de derrotar a la muerte.
Es muy poco usual encontrar, entre el magma infinito que es el mundo de todas las películas, alguna que sea capaz de desplazar las sensaciones que genera su montaje a un sentido que no sea, exclusivamente, el de la vista o el de la escucha. Asterión, en ese sentido, es una rara avis: propone un nexo especial con el tacto. La película prefiere explorar las manos, los dedos, el roce de las lisas palmas con todo lo que ofrece el mundo. Construye una poética del tacto. Busca líneas y texturas. Presta atención a las heridas que galantemente exhiben las cosas. Al prescindir de toda posibilidad sonora, esta poética del tacto crece de manera exponencial. Lo único que el espectador escucha es su propia respiración. Y no es un “truco” menor. Asterión puede leerse como una parábola moderna, como un registro científico o, mejor, como una investigación sobre esa sutil y difícil diferencia que existe entre la vida y la muerte, los vivos y los muertos, lo que respira y todo aquello que ya no se mueve. Francesco Montagner arranca su película sobre el piso sólido que da el famoso cuento de Borges, La casa de Asterión. El cuento, como se sabe, tiene un final que hace temblar. La película replica esa estructura. Montagner, como Borges, desarma para después armar (otra cosa, otro sentido, otra emoción). En Borges, Asterión, el gran minotauro, carnívoro y atemorizante, reflexiona sobre sí mismo, quiere sacudirse de la fama que lo antecede. En Montagner, el animal está sometido a las manos de un hombre. El laberinto ya no existe. En su lugar, vemos algo así como una morgue. Escritor y cineasta buscan el asombro. Montagner lleva al límite una de las lecciones del Borges que escribe en su cuento: “Como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura”. La obsesión por el detalle en Asterión subvierte una experiencia de relato y reformula, primero, el tiempo, y, segundo, la mirada que revisa el mito y la historia mil veces contada.
Valle de Aburrá, Antioquia