Una señal luminosa frente a una ventana abierta que da al mar. Una tenue vela que señala el camino a casa. Un signo que delimita la rivalidad entre madre e hijo. En esta película, Eugène Green plantea un dilema que adquiere, a lo largo del metraje, una dimensión espiritual. El padre de una familia lleva diez años desaparecido. El hijo, ya entrado en su adolescencia, insiste en encontrarlo de manera egoísta; mientras tanto, la esposa mantiene la esperanza del regreso de su marido y lo espera de la misma manera desde hace una década: encendiendo una vela junto a la ventana indicando el rumbo al hogar. Un encuentro con un hombre misterioso tiene lugar mediante la metódica puesta en escena que emplea Green, en la que la entrega de los diálogos, de forma declamativa, toma protagonismo y, junto a usuales miradas directas a cámara, distancian a la película del terreno de la representación realista. Tanto la madre como el hijo son confrontados con los límites morales y racionales de sus puntos de vista. Solo podrán encontrar consuelo abandonando las palabras de los hombres y mirando al mundo; solo podrán encontrar respuestas abandonando la fe ciega y la búsqueda desesperada.