2022
6′ Min
Canadá
Inglés
Matthew Rankin
Matthew Rankin
Sacha Ratcliffe
Trevor Anderson
Maurice Krank
Matthew Rankin
Matthew Rankin
Matthew Rankin
Sacha Ratcliffe
| Fecha/Hora | Teatro | Ciudad |
|---|---|---|
| Domingo 14 de septiembre | 7:00 p.m. | Teatro Caribe | Itagüí |
Nació en Winnipeg y estudió en la Universidad McGill y en la Universidad Laval. Es director de unos 30 cortometrajes y un largometraje que se han presentado en Sundance, TIFF, SXSW, el Festival Internacional de Animación de Annecy, la Berlinale, la Semana de la Crítica de Cannes y en el Criterion Channel. Su ópera prima recibió el Premio FIPRESCI de la Crítica Internacional de Cine en la Berlinale.

Ken tiene una idea para una banca especial.


Una respuesta no pedida sobre la aparición de los objetos que habitan las ciudades, eso es lo que nos brinda Matthew Rankin en Municipal Relaxation Module. La voz de Ken, sin encontrar interlocutor, va haciendo surgir imágenes en el aparente archivo histórico de Winnipeg: la emoción de una idea, la frustración de no verla realizarse, el enojo de que acabe siendo materializada por otro, y el consuelo de que, al final, era una buena idea. Rankin construye una historia mínima, pero llena de capas, a partir de una propuesta simple. Ken habla, y lo que dice va tomando forma en imágenes que se superponen al archivo urbano. Lo que parecía un trámite menor se vuelve una forma de pensar la relación entre el ciudadano y las estructuras que moldean la ciudad. La voz insiste, la ciudad responde a su manera, y en ese diálogo desfasado emerge una extraña forma de reconocimiento. El humor en la frustración es algo de lo que no somos conscientes mientras estamos cegados por la ira. El cortometraje nos ofrece un espacio de calma entre cada pitido telefónico de los mensajes de voz. Esa pausa nos permite entender que hay comedia en esta situación. Ese punto cómico nos lleva a una realización: Ken fue escuchado. No de la manera que él deseaba, pero sí de la que necesitaba. En la película se arma una historia casi sin que nos demos cuenta: un cuento clásico de motivación, obstáculo y resolución, narrado de forma ingeniosa a través de un archivo moldeado por instituciones invisibles. Esas que colocan objetos en nuestras ciudades sin anunciarse, pero que acaban definiendo cómo las habitamos. Lo conmovedor del cortometraje está quizá en su visible simpleza, que encierra una complejidad mayor: la de las ciudades y su construcción silenciosa, hecha desde gestos mínimos, de individuos aparentemente insignificantes que exigen —a su modo— que el espacio urbano también les pertenezca. Y la ciudad responde, no siempre como se espera, pero sí con la claridad de que, a veces, basta con una banca mirando a la autopista para habilitar el derecho a pensar(se) en voz alta.
Valle de Aburrá, Antioquia