Tú me abrasas

Tú me abrasas

Año:

2024

Duración:

64′ Min

País:

Argentina

Idioma:

Español

Direccción:

Matías Piñeiro

Productores:

Melanie Schapiro

Garbiñe Ortega

Matías Piñeiro

Elenco principal:

Gabi Saidón

María Villar

María Inês Gonçalves

Agustina Muñoz

Ana Cris Barragán

Michelle Yoon

Katarina Burin

Guion:

Ado Arrieta

Direccion de fotografía:

Paula Tomás Marques

Matías Piñeiro

Montaje:

Gerard Borràs

Sonido:

Mercedes Gaviria Jaramillo

Horarios

Fecha/HoraTeatroCiudad
Domingo 14 de septiembre | 4:00 p.m.Centro Colombo Americano - Sede centro. Sala 1 Medellín
Miércoles 17 de septiembre | 3:00 p.m.I.E. Pedro Luis Álvarez Correa. Auditorio Gloria Inés HerreraCaldas

Direccción:

Matías Piñeiro

Nació en Buenos Aires y reside en Nueva York. Director y guionista, sus cortometrajes y largometrajes se han estrenado en la Berlinale, Toronto, Locarno, Cannes y el Festival de Cine de Nueva York. Su obra se basa a menudo en fuentes literarias como Shakespeare, Safo y D. F. Sarmiento. Es profesor asociado del Pratt Institute de Nueva York y coordina el programa de cine de la Elías Querejeta Zine Eskola de San Sebastián. Actualmente trabaja en la adaptación de «La lección del maestro» de Henry James, y en una película-ensayo basada en «De remediis utriusque fortunae», de Francesco Petrarca.

Esta película se proyecta con

Prefacio para el dialoguito.

Sinopsis

Sinopsis

Una adaptación de “Espuma de mar”, un capítulo de Diálogos con Leucó, de Cesare Pavese, publicado en 1947. La antigua poeta griega Safo y la ninfa Britomartis se encuentran junto al mar y conversan sobre el amor y la muerte. Se dice que Safo se arrojó al océano por amor. Britomartis, al parecer, se cayó de un acantilado al agua mientras huía de un hombre. Juntas, conversan sobre las historias e imágenes que han surgido a su alrededor para intentar comprender, al menos por un momento, la naturaleza agridulce del deseo.

Reflexión

Reflexión

Reflexión

Reflexión

“La letra con sangre entra”: a este cruel proverbio disciplinario podríamos oponer otro, más difícil de asimilar y, a la vez, arrullador de tan verdadero: la letra con amor quema. Al inicio de Tú me abrasas se nos lee en voz alta una anécdota mientras la página en la que está escrita se despliega en la pantalla: Solón de Atenas pide que se le enseñe a memorizar un canto de Safo, la poeta griega, “para morir llevando lo aprendido”. Se vincula de inmediato en ese inicio al aprendizaje de la palabra con la muerte ineludible. Pero ese lazo que se teje no es gratuito: la película es como el paso por un aula en la que se nos enseña a leer. En el más admirable de los sentidos, y como ocurre con el amor, la película nos infantiliza: se sugieren y mencionan un conjunto de muertes ⎯la de Solón, la de Cesare Pavese, la de Britomartis, la de Safo…⎯ que se vocalizan con la dulzura con la que se le dice a un infante que la preciada mascota, o la abuela adorada, o el personaje de una historia que ama ha fallecido. Las muertes que se exploran en esta película se presentan tan ajenas e incomprensibles, y a la vez tan ya acontecidas, tan evidentes de lo muy naturales, que son extrañas al entendimiento y, a la vez, en absoluto ajenas a la dulzura y a la belleza. En ese sentido, ellas son como los caracteres griegos cuando se despliegan en forma de verso ante nuestros ojos. Asimismo, como tiernas formas enigmáticas, pero más enternecedoras que angustiantes en su misticismo, son los planos que se suceden, unos tras otros, con un ritmo que los revela como genuinos versos de un canto lírico. Descifrar estas envolventes superficies, como la grafía sobre el papel, requiere una exposición lúdica, amable, casi pueril. En el alfabeto que nos ocupa, llega a ocurrir que cada palabra se corresponde con un plano, lo cual se nos repite, con la misma diligencia con la que se le habrá enseñado el canto sáfico a Solón de Atenas, hasta que lo memorizamos. Luego, los mismos planos se repiten esta vez sin el acompañamiento de la voz que pronunciaba las palabras correspondientes. Y cuando la sombra de la voz, propia o ajena, se repite de forma involuntaria e imparable para nuestros adentros, sentimos un vértigo y una emoción que clama por calidez: se nos ha dado un regalo. Sería bello, en efecto, llevarse lo aprendido. Pero no todo remite a la muerte. O, mejor, incluso la muerte remite a otra cosa: a la espuma marina y al fuego amoroso.  Al ver las manos de personajes femeninos pasando páginas de libros, estirándose por arrancar un fruto de una rama, contemplando con la misma ofuscación tanto tediosos interiores domésticos como dóciles formaciones vegetales, tanto fragmentadas piezas de museo como graciosas pantallas de celular, se adivina en sus gestos un estado de ánimo emparentado con una cita del prólogo de Fuegos, de Marguerite Yourcenar, en la que Pirro, en el Andrómaca de Racine, dice: “[sufro] ardiendo con más fuegos de los que yo encendí”. En ese mismo libro, Yourcenar escribe “Safo o el suicidio”, un cuento en el que la poetisa griega, cuyo papel es tan central en Tú me abrasas, adquiere la forma de una trapecista de espectáculo, que hace piruetas sobre unas barras que se elevan sobre un vacío que a ella, atravesada por la confusión del ardor amoroso, se le parece a la espuma del mar bajo su cuerpo. Hacia el final de la película, ante las secuencias de las olas rompiéndose contra las rocas, ante ese absurdo ímpetu pasional que se choca con insistencia contra la rigidez sólida de la piedra, asalta de nuevo la inquietante ternura de la repetición. ¿Para qué elevar la marea de nuestro canto? ¿Para qué memorizar un verso? ¿Para qué leer poesía clásica? ¿Para qué en 16mm? ¿Para toparse sin escapatoria con el suicidio desesperado, como Safo, o con la muerte accidental, como Britomartis? ¿O con el desamor, como todos? ¿“A mí me has olvidado tú”? Se antojan dos respuestas, entonadas ambas por voces femeninas. De la película, la exploración lúdica: “Jugamos a rozar las cosas. No escapamos. Mutamos. Es ese nuestro deseo y el destino”. De Yourcenar, en Fuegos, la esperanza de la compañía: “Lo mismo ocurre con un perro, con una pantera o con una cigarra. Leda decía: «Ya no soy libre para suicidarme desde que me he comprado un cisne»”. Sería bello, en efecto, llevarse lo aprendido, y junto a ella, a un cisne, este cisne, es decir: la película. La letra con amor quema. Tú me abrasas.

CAMILO FALLA

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